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Mensajes Para los Jóvenes
ha determinado que alcancéis. Jesús ama la preciosa juventud; y
no le agrada verla crecer con talentos sin cultivar ni desarrollar.
Pueden los jóvenes llegar a ser hombres fuertes de principios firmes,
capacitados para que se les confíen elevadas responsabilidades, y
pueden consagrar lícitamente a este fin todo su vigor.
Pero no cometáis jamás crimen tan grande como el de perver-
tir, para hacer mal y destruir a otros, las facultades que Dios os ha
dado. Hay hombres de talento, que usan su habilidad para extender
la corrupción y la ruina moral; pero todos ellos están sembrando
una semilla que producirá una cosecha que no se enorgullecerán en
recoger. Es cosa terrible usar para esparcir daño y desgracia en la so-
ciedad, en vez de bendición, las capacidades que Dios ha concedido.
Es también cosa terrible envolver en un pañuelo el talento que se nos
confió y esconderlo en el mundo, pues esto es despreciar la corona de
la vida. Dios demanda nuestro servicio. Hay responsabilidades para
cada uno; y sólo podemos cumplir la gran misión de la vida cuando
aceptamos plenamente estas responsabilidades y las desempeñamos
fiel y concienzudamente.
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Influencia de la religión
Dice el sabio: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juven-
tud”
Pero no supongáis, ni por un momento, que la religión os hará
tristes y sombríos y cerrará el camino del éxito. La religión de Cris-
to no borra ni siquiera debilita una sola facultad. No incapacita al
individuo para gozar de la verdadera felicidad; no ha sido designada
para disminuir vuestro interés en la vida o para haceros indiferentes
a las demandas de los amigos y la sociedad. No cubre la vida de
cilicio; no se la expresa en profundos suspiros y gemidos. No, no;
aquellos para quienes Dios es lo primero, lo último y lo mejor, son
las personas más felices del mundo. No se borran de su rostro las
sonrisas y la luminosidad. La religión no hace tosco, desprolijo y
descortés al que la acepta; al contrario, lo eleva y ennoblece, refina
sus gustos, santifica su criterio, y lo hace apto para estar en la so-
ciedad de los ángeles celestiales y para el hogar que Jesús ha ido a
preparar.
Eclesiastés 12:1
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