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Capítulo 15—El templo del alma
La obediencia fiel a los requerimientos de Dios, tendrá una sor-
prendente influencia para elevar, desarrollar y fortalecer todas las
facultades del hombre. Los que en su juventud se han entregado
al servicio de Dios, llegan a ser hombres de sano criterio y agudo
discernimiento. ¿Y por qué no había de ser así? La comunión con el
mayor Maestro que ha conocido el mundo fortalece el entendimien-
to, ilumina la mente y purifica el corazón; eleva, refina y ennoblece
al hombre entero. “La exposición de tus palabras alumbra; hace
entender a los simples”
El ideal de Dios
Entre los jóvenes que profesan piedad, hay una clase numerosa
que parece contradecir esta declaración. No progresan en conoci-
miento ni en espiritualidad. Sus facultades se atrofian en lugar de
desarrollarse. Pero las palabras del salmista son ciertas en cuanto
al cristiano genuino. No es ciertamente la letra desnuda de la Pa-
labra de Dios lo que da luz y entendimiento; es la Palabra abierta
y aplicada al corazón por el Espíritu Santo. Cuando un hombre se
convierte de veras, se hace hijo de Dios, participante de la naturaleza
divina. No sólo renueva el corazón, sino que se fortalece y vigoriza
el intelecto. Ha habido muchos casos de personas que antes de la
conversión eran tenidas por poseedoras de común y hasta inferior
habilidad, pero quienes después de la conversión parecían entera-
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mente transformadas. Manifestaban entonces notable poder para
comprender las verdades de la Palabra de Dios y para presentarlas a
otros. Hombres de elevada reputación intelectual han considerado
un privilegio tener relaciones con tales personas. El Sol de justi-
cia, iluminando sus mentes con sus brillantes rayos, avivaba toda
facultad para que produjera una acción más vigorosa.
Salmos 119:130
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