Página 209 - El Ministerio M

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Hay que alistar el poder de la voluntad
Al viajar he encontrado a muchos que sufren realmente sólo por
su imaginación. Carecen del poder de voluntad para elevarse sobre
esta situación y combatir la enfermedad del cuerpo y de la mente;
debido a ello, están sometidos a una cadena de sufrimiento. Una
gran cantidad de inválidos de esta clase se halla entre la juventud.
Algunas veces me encuentro con mujeres jóvenes que guardan
cama. Se quejan de dolor de cabeza. Pueden tener el pulso firme y
el cuerpo robusto; sin embargo, su piel cetrina indica que se sienten
mal. Mis pensamientos han sido que, si yo estuviera en la condi-
ción de ellas, debería saber de inmediato qué hacer para obtener
alivio. Aunque me pudiera sentir indispuesta, no esperaría a recu-
perarme sólo estando en cama. Recurriría a la ayuda del poder de
la voluntad; dejaría la cama y me dedicaría a algún ejercicio físico
activo. Observaría estrictamente hábitos regulares de levantarme
temprano. Comería frugalmente, liberando así el organismo de una
carga innecesaria; daría cabida al gozo, y me beneficiaría con el
ejercicio adecuado al aire libre. Me bañaría frecuentemente y bebe-
ría en abundancia agua pura y blanda. Si esta conducta se siguiera
perseverantemente, resistiendo a la inclinación de hacer lo contrario,
obraría maravillas en la recuperación de la salud.
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Molestias engañosas
Me entristezco no sólo por los que se engañan al pensar que
están enfermos, sino también por los que son engañados por sus
padres y amigos, quienes les consienten sus malestares y están de
acuerdo en que se abstengan de trabajar. Si éstos fueran colocados
donde se les obligara a trabajar, escasamente notarían las dificultades
que, mientras están indolentes, los mantienen en cama. El ejercicio
físico es una bendición preciosa para superar tanto las molestias
mentales como las físicas. El ejercicio, con buen ánimo, en muchos
casos resulta el restaurador más eficaz para el inválido quejoso.
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