El ministro y su esposa
El ministro y su esposa que están realmente convertidos y se han
dado por completo a la obra del Señor, se hacen cada día más y más
inteligentes y eficientes en su labor en beneficio de los demás. Pue-
den explicar las Escrituras a las almas de tal manera que comunican
luz a las mentes entenebrecidas.
Las mujeres pueden aprender a prepararse para alcanzar a otras
mujeres. Hay hermanas especialmente preparadas para la obra de
dar estudios bíblicos y son muy exitosas en presentar la Palabra
de Dios en su sencillez a los demás. Ellas se convierten en una
gran bendición al alcanzar a las madres y a sus hijas. Esta labor es
sagrada, y las que se comprometen en ella deben recibir aliento.
El médico y su esposa
En la obra médica misionera que se debe hacer, las mujeres
deben dar tratamiento a las mujeres. Un hombre y su esposa, que
ambos sean médicos, pueden lograr un gran bien al trabajar unidos.
La esposa puede visitar a otras mujeres, y cuando estén enfermas y
dolientes, puede consultar a su esposo en cuanto al mejor método
para ayudarlas. Debemos tener más mujeres médicas de lo que ahora
tenemos. Cuando las mujeres enfermas son tratadas y cuidadas por
mujeres, se cierra una puerta por la cual Satanás trata de entrar. Se
me han presentado muchos casos en los que Satanás ha entrado
por esta puerta para arruinar a las familias. No permitamos que él
obtenga ninguna ventaja en punto alguno.
Yo quisiera que todos entendieran este asunto. Debe haber en
nuestros sanatorios mujeres médicas que puedan estar al lado de sus
esposos, que puedan examinar a otras mujeres y proveerles trata-
miento. Muchas más mujeres sensatas y completamente convertidas
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deben llegar a ser médicas inteligentes.
Se me instruye que nuestros sanatorios deben tener tanto mujeres
como hombres médicos.—
Carta 108, 1910
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