Calculad los gastos
Se debe manifestar gran cuidado en el establecimiento de sa-
natorios; pues esta obra es importante. Los que están a cargo de la
obra deben buscar, en consenso con los hermanos de experiencia, los
mejores planes para seguir. Deben calcular los gastos de cada paso
que van a dar. No deben salir a la obra sin conocer cuánto dinero
tienen que invertir.
La primera cuestión que se debe definir es: “¿Debe haber un
sanatorio en esta localidad?” Si así fuera, la senda del deber es clara.
Pero hay otra pregunta muy importante que responder: “¿Están
preparadas las personas a las que se va a confiar la labor de planear
y manejar la empresa, para actuar con precaución, sin confianza
propia, sino en el temor del Señor? ¿Recibirán consejo de los que
han tenido experiencia en esta labor?”
Una prevención del fracaso vale mucho más de lo que se pue-
de estimar. Que los hombres jóvenes a quienes se ha confiado el
manejo de ciertas ramas de la obra no estén preocupados e intran-
quilos, desasosegados y que no aventuren nada. Que aprendan a ser
prudentes al observar los fracasos de otros.
Que nadie suponga que es fácil manejar una institución. He visto
a muchos emprender esta labor y fracasar. Un hombre está deseoso
de ser el líder de cierta empresa. Escoge entonces un sanatorio.
Al tratar de dirigirlo con su propia fuerza, llega a ser un completo
fracaso. A menos que los hombres que se desempeñan hoy como
administradores de nuestras instituciones sean lo suficientemente
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humildes para permitir que el Señor Jesús los dirija, actuarán en
forma irreflexiva. Para que los hombres puedan fortalecer la causa
de Dios, su capacidad debe estar santificada, para que puedan razonar
sabiamente de causa a efecto.
Se deben vigilar los intereses de nuestros sanatorios. Todos de-
ben sentir que es un privilegio hacer lo mejor para que avance la obra
médica misionera. Dios requiere que su pueblo se abstenga de hacer
algo que interfiera con la obra de otro. No es generoso ni correcto
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