Página 284 - El Ministerio M

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Honor mediante la humildad
Aun teniendo todos los medios necesarios para trabajar, los ad-
ministradores de algunos de nuestros grandes sanatorios han deseado
hacer muchas mejoras con dinero que no es de su propiedad, sino
del Señor. Algunos dejan de hacer actos de misericordia a los ne-
cesitados y utilizan para ellos la pitanza ahorrada de esta manera.
Muchos cometen robo tras robo a Dios en la persona de sus santos.
Los que están relacionados con nuestras instituciones deben estar
siempre motivados por principios nobles en sus relaciones comer-
ciales, revelando por su ejemplo los principios puros y santos que
rigen a todo cristiano...
El Salvador de la raza humana nació de un parentesco humil-
de, en un mundo inicuo y maldecido por el pecado. Creció en la
oscuridad de Nazaret, un pueblecito de Galilea. Empezó su trabajo
en la pobreza y sin ningún reconocimiento mundano. Así introdujo
Dios el evangelio de una forma completamente diferente de la que
muchos consideraban posible para proclamar el mismo evangelio en
1902. Al mismo comienzo de la dispensación evangélica, él enseñó
a su iglesia a confiar, no en la posición y el esplendor mundanos,
sino en el poder de la fe y la obediencia. El favor de Dios está por
encima de las riquezas de oro y plata. El poder de su Espíritu es de
valor inestimable.
Nunca debemos confiar en el reconocimiento y el nivel munda-
nos. Tampoco debemos, al fundar nuestras instituciones, tratar de
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competir en tamaño o esplendor con las instituciones del mundo .
El gran deseo de los administradores de nuestros sanatorios debe
ser andar en tal obediencia ante el Señor que todos los auxiliares
vinculados con estas instituciones puedan caminar con Dios, por fe,
como lo hizo Enoc.
El Señor guiará a todos los que caminen humildemente con él.
Los hombres humildes que confíen en él serán los obreros de más
éxito en su causa.
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