El privilegio del ministerio
Se me ha instruido a decir a los obreros de nuestro sanatorio
que la verdad debe presentarse en forma sabia, afable y tierna. En
el capítulo catorce de Juan hay preciosas lecciones, valiosas en
instrucción, que deben ser valoradas por todo hijo de Dios que desee
impartir a otros el alivio y la gracia de Dios. Que estas lecciones se
graben en la mente; que se repitan una y otra vez.
El Señor nos ha colocado en posesión de nuestras instituciones
de salud para que podamos aprender a colocar frente a los enfermos,
en forma más atractiva, las verdades de origen celestial. Nunca
debemos perder de vista el hecho de que estas instituciones son
instrumentos en las manos de Dios para presentar la luz de la verdad
a los que están en tinieblas...
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En su tarea de ministrar a los enfermos y afligidos, Cristo está
frente al mundo como el más grande Médico Misionero que se haya
conocido, y el modelo para todo obrero misionero cristiano. Él tuvo
la palabra adecuada para expresar a cada doliente, y comunicó no
solamente lo que traía curación al cuerpo, sino también convicción al
alma e iluminación espiritual. Él otorgó a la comprensión de los que
lo buscaban, un conocimiento del yo y de las más altas necesidades
del alma.
Los discursos de Cristo fueron la explicación espiritual de su
ministerio en favor de los afligidos. Él mismo era el gran ideal de la
justicia para aquellos a quienes ministró. Así plantaba la semilla de
la verdad en el corazón humano.
La oración por el enfermo
En el cuidado del enfermo frecuentemente se da mucha atención
a asuntos menores, mientras se olvida la necesidad que los pacientes
tienen de las grandes verdades del evangelio, que son poderosas
para sanar y que se debieran suministrar tanto al alma como al
cuerpo. Cuando dejáis de ofrecer una oración por los enfermos, los
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