Educad al enfermo
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Ellos no investigan acerca de sus antiguos hábitos de comer y
beber, ni toman nota especial de sus hábitos errados que por muchos
años han estado cimentando la enfermedad. El médico consciente
debiera estar preparado para iluminar a los que están en la ignorancia,
y recetarles con sabiduría excluyendo de su alimentación las cosas
que él sabe que son erróneas.
Él debe enseñar con claridad las cosas que considera perjudicia-
les para las leyes de la salud, y dejar que estos enfermos obren a
conciencia haciendo personalmente lo que puedan, y así ponerse en
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relación correcta con las leyes de la vida y la salud. Cuando hagan lo
mejor que sepan para preservar la salud, basados en una conciencia
iluminada, entonces pueden mirar con fe al gran Médico, quien es el
sanador tanto del cuerpo como del alma.
Somos reformadores de la salud. Los médicos deben tener sa-
biduría y experiencia, y ser reformadores detallados de la salud.
Entonces educarán en forma constante a sus pacientes por precep-
to y ejemplo para que no usen fármacos. Porque ellos saben muy
bien que el uso de medicamentos puede producir por un tiempo
resultados favorables, pero implantará en el organismo algo que
les causará grandes dificultades ulteriores, de las cuales pueden no
recuperarse jamás. La naturaleza debe tener la oportunidad de hacer
su propio trabajo. Se le deben quitar las obstrucciones y dársele una
oportunidad para que ejerza sus fuerzas restauradoras, lo cual hará
con certeza, si se le quita todo abuso y se le brinda una oportunidad
justa.
Confianza en los remedios de la naturaleza
Debe educarse al enfermo para que tenga confianza en las gran-
des bendiciones de la naturaleza que Dios ha provisto; y los remedios
más eficaces para la enfermedad son el agua pura y blanda, la bendita
luz del sol que Dios ha dado para que llegue a los cuartos de los
inválidos, vivir al aire libre en cuanto sea posible, hacer ejercicio sa-
ludable y comer y beber alimentos que sean preparados de la manera
más saludable...
Hay muchos, muchos afligidos en nuestro mundo por el veneno
del tabaco... El médico, si no es novato, puede rastrear los efectos
hasta la verdadera causa, pero no se atreve a prohibir su uso, porque