Página 517 - El Ministerio M

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A un médico moribundo por exceso de trabajo y una alimentación exigua
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Hermano mío, dedique toda su vida a Aquel que fue crucificado
por usted, pero no se ate a una dieta escasa; porque de esta forma
representa negativamente la reforma pro salud.
Mientras trabajamos contra la glotonería y la intemperancia,
debemos recordar los medios y los accesorios de la verdad del evan-
gelio, que se recomiendan solos ante un juicio sano. Para hacer
nuestra obra en líneas rectas y sencillas, debemos reconocer las
condiciones a las cuales está sujeta la familia humana.
Sabiduría en la enseñanza
Dios ha hecho provisión para los que viven en diferentes paí-
ses del mundo. Los que desean ser colaboradores con Dios deben
considerar con cuidado cómo pueden enseñar la reforma pro salud
en la gran viña de Dios. Han de actuar con prudencia al especificar
detalladamente qué alimento debe utilizarse y cuál no. El mensajero
humano debe unirse con el agente divino para presentar el mensaje
de misericordia a las multitudes que Dios desea salvar.
Debemos buscar un vínculo de unión con las masas. Si se les
enseñara la reforma pro salud en su forma más extrema, se les haría
un daño. Les solicitamos que abandonen la carne y el uso de té y
café. Eso está bien...
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Todo alimento de origen animal debe descartarse, pero las ver-
duras deben prepararse en forma agradable, con un poco de leche,
con crema o con algún equivalente. Los pobres dicen, cuando se
les presenta la reforma pro salud: “¿Qué comeremos? No tenemos
recursos con que comprar nueces”. Al predicar el evangelio a los
pobres, se me instruye a decirles que consuman los alimentos que
son más nutritivos. No les puedo decir: “No debéis ingerir huevos, o
leche, o crema. No podéis utilizar mantequilla en la preparación de
vuestros alimentos”. El evangelio debe predicarse a los pobres, y no
ha llegado aún el tiempo para ordenar la dieta más estricta.
Llegará el tiempo cuando tendremos que prescindir de algunos
de los artículos de la dieta que utilizamos ahora, tales como leche,
crema y huevos; pero mi mensaje es que usted no debe adelantar el
tiempo de angustia para usted mismo, y así afligirse con la muerte.
Espere hasta que el Señor prepare las cosas en su camino.—
Carta
37, 1901
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