Capítulo 22—El evangelismo personal
El trabajo personal no puede ser considerado de segunda
importancia
—Los ministros de Jesucristo tendrán más que un me-
ro interés casual por la gente. Buscarán conocer su estado espiritual,
así como un médico busca conocer las dificultades físicas de sus
pacientes. Entrarán en una conversación personal, y adaptarán su
consejo a cada caso individual de acuerdo a las necesidades del alma.
Este trabajo personal no puede ser considerado de segunda impor-
tancia. El ministro es el subpastor del rebaño de Dios designado por
el Señor, y es su negocio ministrar a los enfermos de pecado, a los
tentados y errantes. Este trabajo se necesita entre todas las clases
sociales y en todos los lugares.—
The Review and Herald, 11 de
marzo de 1902
.
Los ministros satisfechos con el estímulo de las reuniones
sensacionales deben también aprender a hacer trabajo perso-
nal
—Una investigación a fondo revela el hecho de que hay muy
pocas gavillas para segar después de reuniones especialmente emo-
tivas. Sin embargo, con toda la experiencia del pasado, usted no ha
aprendido a cambiar su forma de trabajar. Ha sido lento en aprender
como formular sus labores futuras de tal manera que pueda evadir
los errores del pasado. La razón de esto ha sido que, como el ebrio,
usted ama el estímulo de estas reuniones sensacionalistas; las anhela
como el borracho anhela una copa de licor para levantar sus debilita-
das energías. Estos debates crean excitación, y son confundidos por
celo por Dios y amor a la verdad. Usted casi ha destituido el Espíritu
de Dios para trabajar en sus esfuerzos. Si tuviera a Dios con usted
en todos sus caminos, y si sintiera una carga por las almas, y tuvie-
ra la inteligencia para administrar hábilmente estas oportunidades
extraordinarias para urgir a las almas a entrar en el reino de Cristo,
usted vería el fruto de sus labores, y Dios sería glorificado. Su alma
debe estar completamente radiante con el espíritu de la verdad que
presenta a otros. Después de haber trabajado para convencer a las
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almas de las demandas que la ley de Dios hace sobre ellos, enseñán-
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