Página 175 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El reclutamiento y entrenamiento de voluntarios
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nen en los miembros de la iglesia individualmente, que para poder
crecer espiritualmente, deben llevar la carga de la obra que el Señor
ha puesto sobre ellos, la carga de guiar a las almas a la verdad. Que
enseñen a la gente que debe tener un fuerte deseo de ver a los que
aún no están en la fe convertirse a la verdad. Aquellos que tengan
la oportunidad que hagan la obra encomendada por Dios. A los que
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no están cumpliendo con sus responsabilidades se les debe visitar,
llevarlos a Dios en oración, y trabajar con ellos, para que lleguen a
ser fieles mayordomos de la gracia de Cristo. Como ministros, no los
guíen a depender de ustedes, sino a todos los que abracen la verdad
enséñenles que tienen una obra que hacer usando los talentos que
Dios les ha otorgado para salvar las almas que estén cerca. Traba-
jando de esta manera, estas personas tendrán la colaboración de los
ángeles de Dios. Obtendrán una experiencia valiosa que aumentará
su fe y les ayudará a asirse fuertemente de Dios.—
Manuscrito 21a,
1894
;
Notebook Leaflets from the Elmshaven Library 1:127, 128
.
El Salvador se sintió desilusionado por su falta de éxito en
reclutar obreros, pero persistió
—Si nuestros obreros hubieran si-
do bautizados con el Espíritu de Cristo, hubieran hecho cincuenta
veces más de lo que han hecho por entrenar hombres como obreros.
Aunque uno o dos, o quizá muchos, no han pasado la prueba, no
debemos cesar en nuestros esfuerzos; pues esta labor debe ser hecha
para Cristo. El Salvador se desilusionó; a causa de la perversidad
de los corazones humanos, sus esfuerzos no fueron recompensados
con el éxito; pero él continuó su obra, y nosotros debemos hacerlo
también. Si hubiéramos trabajado con fidelidad, paciencia y amor,
tendríamos cien obreros en donde hay uno. Las oportunidades des-
aprovechadas son escritas en contra nuestra en el mismo libro donde
se registra la envidia y la rebelión contra Dios. Hemos perdido años
en nuestras misiones extranjeras. Han habido unos pocos obreros
fervientes; pero en gran medida, sus energías han sido empleadas en
prevenir que los hombres que profesan la verdad echaran a pique la
fe. Si estos hombres que necesitaron tanta ayuda para mantenerse a
flote, hubieran estado trabajando por la salvación de sus semejantes,
se habrían olvidado de sus pruebas, y se habrían fortalecido ayudan-
do a otros. Nosotros podemos lograr mucho más de lo que hemos
hecho, si llamamos en nuestra ayuda a todos los que podamos alistar
en la labor. Algunos probarán no ser aptos; pero mientras lo des-