Página 213 - El Ministerio Pastoral (1995)

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La predicación
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de acuerdo a la voluntad de Dios se coloca bajo el poder divino. La
Palabra de Dios debe de ser su guía. En esa Palabra hay promesas,
dirección, advertencias, y amonestaciones, que ha de usar en su tra-
bajo como lo exija la ocasión. Con un corazón humilde y una mente
sumisa ha de escudriñar esta Palabra para sacar de la fuente de la
verdad, cosas nuevas y viejas para beneficiar a otros. Ha de buscar
siempre guiar las mentes a obtener un conocimiento personal de la
verdad. Muchos están severamente tentados y listos a morir porque
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no tienen un conocimiento de la verdad tal como es en Cristo.—
The
Review and Herald, 21 de enero de 1902
.
Hasta ahora, las verdades bíblicas son débilmente compren-
didas
—¡Ojalá que se diga de los ministros que están predicando al
pueblo y a las iglesias: “Entonces les abrió el entendimiento, para
que comprendiesen las Escrituras”!
Lucas 24:45
. Os digo, en el
temor de Dios, que hasta ahora las verdades bíblicas relacionadas
con el gran plan de redención se entienden en forma muy débil.
La verdad estará continuamente desarrollándose, se irá expandien-
do y desenvolviendo, porque es divina como su Autor.—
Mensajes
Selectos 3:213
.
Predique las profecías y céntrelas en Cristo
—Los predicado-
res deben presentar la segura palabra profética como fundamento
de la fe de los adventistas del séptimo día. Deben estudiar detenida-
mente las profecías de Daniel y del Apocalipsis, y en relación con
ellas las palabras: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo”.—
El Evangelismo, 147
.
Haga su trabajo
—Los temas que muchos de nuestros ministros
presentan a la gente no están ni siquiera conectados a medias, ni
sus argumentos son tan claros y fuertes como debieran. Profesan
ser maestros de la Palabra, pero tristemente ellos mismos descui-
dan escudriñar las Escrituras. Están conformes de usar argumentos
preparados en folletos y libros, y que otros han encontrado traba-
jando diligentemente; pero no están dispuestos a esforzar su mente
estudiándolos por sí mismos. Para poder tener una prueba completa
de su ministerio, los que abren la Palabra de Dios a otros deben
escudriñar las Escrituras diligentemente. No se deben conformar
con usar los pensamientos de otros hombres, sino cavar en busca de
la verdad como quien busca un tesoro escondido. Aunque es perfec-
tamente correcto compilar ideas de otras mentes, no deben sentirse