Página 241 - El Ministerio Pastoral (1995)

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La disciplina eclesiástica
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cómo regir con amor y bondad, en vez de severidad y censura. Cuan-
do una persona reconoce su error, no trate con él de una manera
que le quite su estima propia. No busque hacer pedazos, sino vendar
y sanar. Usted podrá ver los errores de su hermano. Sin embargo,
puede que no sea capaz de discernir su mal; y le puede ser difícil
saber cómo actuar. Pero nunca siga un camino que le dé la impresión
que usted se considera superior. Usted puede pensar que sus senti-
mientos, sus ideales, su organización, son superiores a las de él, mas
no busque hacer esto obvio; pues tal camino está completamente en
desacuerdo con el verdadero refinamiento y la verdadera nobleza
de carácter. No hemos de buscar lastimar el alma de los que yerran,
sino ir a ellos armados con humildad y oración. Cuando el ministro
del Evangelio, con un corazón subyugado por el amor y la gracia
de Cristo, entra en contacto con las mentes humanas, puede revelar
sus cualidades superiores, no destruyendo la esperanza y el valor,
sino inspirando fe en el que no tiene, alzando las manos cansadas,
y afirmando las rodillas débiles.—
The Review and Herald, 21 de
noviembre de 1899
.
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El buen pastor se acerca a la oveja extraviada, no con voz
áspera, sino con un tono suave y persuasivo
—La vida del pastor
está llena de peligros. Si es un pastor íntegro, no será descuidado
y no buscará su propia comodidad, sino que buscará a la oveja
extraviada en la tempestad y la tormenta. Quizá encuentre a la
oveja extraviada entre la hendidura de alguna roca, sin poder salir.
Acosada por temores a cada paso. El buen pastor no llega con una
voz áspera, regañando a la pobre oveja amedrentada, sino que le
habla con compasión en tono suave y persuasivo, para que cuando
la oveja oiga su voz, lo siga, a menos que esté aprisionada entre las
rocas o enredada entre la zarza. Entonces la única forma como el
pastor encuentra a la oveja es siguiendo el gemido lastimero que la
descarriada envía en respuesta a su llamado. Y cuando el buen pastor
encuentra a la extraviada, la pone sobre su hombro, y la lleva de
vuelta al redil, regocijándose a cada paso.—
The Youth’s Instructor,
28 de abril de 1886
.
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