La educación cristiana
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da es una perversión del vocablo. A menos que el estudiante reciba
alimento mental puro, cabalmente limpio de todo lo que se llama
“educación superior” y está impregnado de incredulidad, no puede
conocer verdaderamente a Dios. Únicamente los que cooperan con
el cielo en el plan de salvación, pueden saber lo que significa en
su sencillez la verdadera educación.—
Consejos para los Maestros
Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 16, 17
.
La educación cristiana debe llenar la mente y enseñar a
compartir
—No basta llenar la mente de los jóvenes con leccio-
nes de profunda importancia; deben aprender a impartir lo que han
recibido. Cualquiera que sea el puesto o las posesiones de la persona
que conozca la verdad, la Palabra de Dios le enseña que todo lo
que tiene le ha sido dado en depósito. Le es prestado para probar
su carácter. De sus negocios mundanales, talentos, recursos y opor-
tunidades de servir, de todo, en fin, tendrá que dar cuenta a Aquel
a quien pertenece por la creación y la redención. Dios nos conce-
de sus dones para que podamos ministrar a otros y llegar a ser así
semejantes a él. El que procura obtener conocimiento para poder
laborar en favor de los ignorantes que perecen, desempeña su parte
en cumplir el gran propósito de Dios para con la humanidad. En el
servicio abnegado para beneficiar a otros alcanza el alto ideal de la
educación cristiana.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos
acerca de la Educación Cristiana, 531
.
Los ministros han demostrado su falta de sabiduría, al in-
troducir elementos mundanos en nuestros colegios
—El objetivo
de Dios para la existencia de nuestros colegios se ha perdido de vista.
Los ministros del evangelio han demostrado hasta aquí que su falta
de sabiduría de lo alto los ha llevado a añadir un elemento mundano
al colegio; se han unido a los enemigos de Dios y de la verdad en
proveer entretenimiento para los estudiantes. Al desviar así a los
jóvenes han hecho un trabajo para Satanás. Encontrarán de nuevo
ese trabajo, con todos sus resultados, en el tribunal de Dios. Aque-
llos que siguen este curso de acción demuestran que no se puede
confiar en ellos. Después que el trabajo perjudicial haya sido hecho,
ellos podrán confesar su error; ¿pero pueden ellos tan fácilmente
contrarrestar la influencia que han ejercido? ¿Se dirá “Bien hecho”
a quienes han sido falsos a su cometido? Estos hombres infieles
no han edificado sobre la Roca eterna. Su fundamento probará ser