Página 283 - El Ministerio Pastoral (1995)

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Las juntas
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mejor haber cambiado a los hombres que componen las juntas y
las comisiones, que haber retenido a esos mismos hombres durante
años, hasta que llegaron a suponer que sus propuestas habían de ser
adoptadas sin una sola objeción; y generalmente ninguna voz se ha
elevado en dirección opuesta.—
Testimonios para los Ministros, 417
.
Las juntas no deben estar integradas por aquellos que care-
cen del espíritu de abnegación
—Cuando nuestros hermanos man-
tienen en la junta a hombres cuyos corazones son tan duros como la
piedra, hombres que no tienen corazones de carne, ¿qué se puede
esperar? ¿Cómo pueden saber estos hombres lo que otros sacrifica-
ron en la edificación de la obra? Ellos mismos no tienen un espíritu
de abnegación, ¿cómo pueden entender la experiencia de aquellos
que usaron ropas baratas, quienes se negaron a sí mismos, quienes
se colocaron en toda clase de situaciones con tal de que la obra
prosperase? No saben nada de esto, es griego para ellos.—
The Ellen
G. White 1888 Materials, 988
.
Principios para dirigir
Las juntas deben estar bajo el dictamen del Espíritu como
las reuniones de oración
—Deseo deciros que los asuntos que de-
ben tratarse son una parte del servicio de Dios tanto como lo es la
oración. Tanto las reuniones administrativas como las reuniones de
oración deben estar bajo los dictados del Espíritu. Hay peligro de
que adoptemos una religión sentimental e impulsiva. Que los asun-
tos que se resuelvan en esta reunión estén dentro de un carácter tan
sagrado, que la hueste angelical pueda aprobarlos. Debemos guardar
de la manera más sagrada las cuestiones administrativas de nuestra
obra. Todo asunto administrativo tratado aquí debe estar de acuerdo
con los principios del cielo.—
Mensajes Selectos 3:384, 385
.
Cuando se reconoce la presencia de Dios en las juntas será
una salvaguardia contra los discursos imprudentes y actitudes
dominantes
—Que Dios sea reconocido como el Dirigente supremo
de su heredad. Que todo hombre se someta a su control. Que él
sea reconocido en todas nuestras reuniones, en toda junta de ne-
gocios, en cada concilio, en cada comisión. El ve todo lo que se
hace, y escucha todo lo que se dice. “Tú eres el Dios que me ve”.
Que estas palabras sean mantenidas siempre en la mente. Serán