Dirigiendo un distrito de varias iglesias
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Mantenga a los grupos unidos ayudándolos a ser ganadores
de almas
—Hay muchos que nunca han oído de la Palabra las ra-
zones de nuestra fe; y aun así algunos de nuestro ministros sienten
una carga por cuidar demasiado a los pequeños grupos de creyentes
en un esfuerzo por mantenerlos unidos. La mejor forma de lograrlo
es inducirlos a mantener una conexión viva con Dios, y ejercer su
influencia en buscar cómo atraer a otros hacia él.—
The Review and
Herald, 16 de julio 1908
.
Los verdaderos representantes de Cristo tratan de suplir la
ausencia del ministro que no pueden tener
—Nuestra religión exi-
ge a cada paso la abnegación y el sacrificio. Jesús bajó del cielo para
enseñarnos cómo vivir; y mientras estuvo aquí en la tierra anduvo
haciendo el bien. Aquellos que son verdaderos representantes de
Cristo están trabajando para el bien de otros. Se gozan en avanzar
la obra de Dios tanto en el hogar como en otras partes. Son vistos
y oídos, y se siente su influencia en las reuniones de oración. Tra-
tarán de suplir la ausencia del ministro, cuyo servicio no pueden
tener.—
The Review and Herald, 6 de septiembre de 1881
.
Un buen supervisor no hace el trabajo, sino que mantiene
trabajando a otros
—El ministro no debe sentir que él es el único
que debe hablar y hacer todo el trabajo y ofrecer todas las oraciones;
parte de su trabajo debe ser el de preparar obreros en cada iglesia.
Dejad que diferentes personas tomen turnos en dirigir las reuniones,
y en dar estudios bíblicos, y al mismo tiempo educar a otros. Leí de
un hombre que tenía un grupo de trabajadores sobre quienes puso un
capataz para velar que hicieran el trabajo en la forma más provechosa
posible. Un día vino el hombre a visitar al capataz, encargado de doce
trabajadores, que estaban cavando una zanja. Encontró al capataz en
la zanja cavando, con el sudor en su frente; y los doce trabajadores
estaban parados arriba viéndolo trabajar. El capataz fue llamado y
se le preguntó qué estaba haciendo allí. “Yo te ordené” le dijo el
hombre, “que mantuvieras a doce hombres trabajando; ¿porqué no
lo has hecho? Allí estás, haciendo el trabajo de un hombre, mientras
doce están ociosos. Quedas despedido”.—
The Review and Herald,
6 de noviembre de 1888
.
Los grupos pequeños quedan muy debilitados cuando los
ayudantes eficientes se van a los centros más grandes
—De casi
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todas nuestras iglesias en Míchigan, y, hasta cierto punto, de otros es-