Página 296 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
tados, nuestros hermanos y hermanas se han estado amontonando en
Battle Creek. Muchos de ellos eran eficientes ayudantes en iglesias
pequeñas, y su salida ha debilitado esos pequeños grupos; en algunos
casos la iglesia ha sido completamente desorganizada.—
Testimonies
for the Church 5:184
.
El servicio de adoración sin pastor
Los sermones largos y tediosos hacen más daño que bien
El mismo curso es frecuentemente seguido en las reuniones del
sábado. Cuando no hay predicador presente, la persona asignada
para dirigir la reunión siente que es su deber tratar de suplir su
ausencia lo mejor posible, y comienza con una plática larga y tediosa
que mata la reunión desde el principio. Y sin embargo, se siente
a menudo angustiado porque los que asisten manifiestan tan poco
interés. Ve que el interés disminuye, y se comienza a preguntar qué
debe hacer. A una persona tal yo le diría, “cese sus esfuerzos por
sermonear”. A muchos les encanta hablar; pero sus discursos son
largos y aburridos; no tienen nada del rocío celestial. No puedo
menos que simpatizar con los oyentes cuando alguien así tiene a su
cargo la reunión. El piensa que hablar mucho debe hacer un gran
bien, pero es positivamente un daño.—
Sabbath-School Worker, 1 de
octubre de 1885
.
Para tener un servicio de adoración significativo no es un
requisito tener un ministro presente
—No permitáis que los pe-
queños grupos piensen que no es posible tener un buen servicio si
no tienen un ministro. No les permitáis pensar que ninguno de sus
miembros puede pararse detrás del púlpito y predicarles. El tiempo y
el momento son muy preciosos. Los creyentes reunidos están en las
cámaras de audiencia del universo celestial. Ellos han de ser testigos
de Dios y del Señor Jesucristo, quien dio su vida por el mundo. El
pequeño grupo ha de servir a Dios ofreciéndole un culto de adora-
ción espiritual. Cuando no hay un ministro delegado para hablar a
los pequeños grupos, que cada uno testifique de la verdad, y sea fiel
en hablar a menudo el uno al otro del amor de Dios, y así educar y
entrenar al alma. Que cada uno busque llegar a ser un cristiano inte-
ligente, llevando su responsabilidad, y haciendo personalmente su