Página 298 - El Ministerio Pastoral (1995)

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Capítulo 48—Cómo solucionar problemas y
resolver conflictos
Comprendiendo la perversidad de la naturaleza humana,
Jesús dejó reglas específicas de cómo tratarnos los unos a los
otros
—Nuestro Redentor comprendió la perversidad de la natura-
leza humana; y con el propósito de salvar a las almas por quienes
sacrificó su vida, y establecer su iglesia en unidad y prosperidad
sobre la tierra, él ha dado reglas específicas para que los miembros
de iglesia sigan para tratarse los unos con los otros. Escuchad lo
que él dice: “Si tu hermano peca contra ti, ve y muéstrale su falta
entre tú y él solo. Si te oye, habrás ganado a tu hermano. Si no te
oye, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres
testigos conste toda palabra. Y si no los oye a ellos, dilo a la iglesia.
Y si no oye a la iglesia, tenlo por gentil y publicano”.—
The Review
and Herald, 15 de abril de 1880
.
Valore el don de ser pacificador
—¿En dónde están aquellos
que no escatiman o miden su amante labor por su Maestro? ¿Quiénes
son los que están luchando por apaciguar toda disensión en la iglesia,
siendo pacificadores en el nombre de Cristo? ¿Quiénes son los que
están buscando contestar la oración de Jesús, “Para que todos sean
uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti. Que también ellos sean
uno en nosotros. ... Yo en ellos, y tú en mí. Que lleguen a ser perfec-
tamente unidos, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y
que los amaste a ellos, así como me amaste a mí?” ¿Puede nuestro
Señor hablar estas palabras tan amables, tan llenas de significado,
acerca de las iglesias en su presente estado de amor enfermizo, de
disensión y pruebas triviales,—iglesias que llaman a los ministros
de su trabajo importante para venir a arreglar sus pequeñas dificul-
tades creadas por ellos mismos, mostrando así que no tienen una
conexión con Dios? No. Los miembros de la iglesia deben llegar a la
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unidad; y para poder hacer esto, deben tener menos del yo y más de
Jesús. Deben aprender de Cristo. Deben ser mansos y humildes de
corazón. Su orgullo y egoísmo deben morir. Entonces sus montañas
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