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El Ministerio Pastoral
bra, para emplearlo en servir a las almas menesterosas y enfermas
de pecado.—
Obreros Evangélicos, 98
.
El llamado al servicio
Jóvenes competentes deben ser animados a entrar al minis-
terio
—Hay una urgente demanda de obreros en el campo misionero.
Hacen falta hombres jóvenes para esta obra; Dios los solicita. Su
educación es de primordial importancia en nuestros colegios, y en
ningún caso debiera ello ignorarse o considerarse como cosa se-
cundaria. Es una equivocación que los maestros, por el hecho de
aconsejar otras ocupaciones, desanimen a los jóvenes que pudieran
prepararse para realizar una obra aceptable en el ministerio. Los que
presentan obstáculos para impedir a los jóvenes que se preparen para
este trabajo están contrarrestando los planes de Dios y tendrán que
dar cuenta de su proceder. Hay entre nosotros un elevado promedio
de hombres capaces. Si sus aptitudes se pusiesen en uso, tendría-
mos veinte ministros en donde ahora tenemos uno.—
Joyas de los
Testimonios 2:416
.
El llamado a predicar es probado por el ejemplo y el traba-
jo
—Aquellos a quienes Dios ha llamado al ministerio han de dar
evidencia por medio de la influencia que ejercen, que son aptos para
el santo llamamiento en que se hallan. Pablo escribe “Sed ejemplo de
los fieles”. ¿Deben entonces los ministros jóvenes ser excusados por
su liviandad y trivialidad? ¿Se debe esperar que la iglesia escuche
sus palabras, reciba su testimonio, cuando su ejemplo falsifica el
carácter de Cristo, y aleja del camino donde deben andar los redimi-
dos del Señor? ¿Qué podemos pensar de las iglesias que prestarán
oído al testimonio de hombres que no tienen poder en la oración,
no tienen fervor en su devoción, ni libertad en la labor personal por
las almas? El Señor ha ordenado “Sed pues santos en toda vuestra
conversación”. “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina. Persiste
en ello, pues así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”. La
prueba del llamado de un ministro a predicar el Evangelio es vista
en su ejemplo y su trabajo.—
The Review and Herald, 5 de abril de
1892
.
No debemos depender solamente del juicio humano al selec-
cionar a los ministros
—Aquellos que están a punto de entrar en la