Página 161 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Reproche divino por ignorar el consejo
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“El Señor no nos permite—dice Elena de White—dedicarnos a
la impresión o venta de tales publicaciones, pues son un agente de
destrucción para muchas almas. Sé lo que escribo, pues esta cuestión
me ha sido presentada claramente. Que aquellos que creen en el
mensaje de nuestro tiempo no se dediquen a semejante trabajo con
la esperanza de ganar dinero”.—
Joyas de los Testimonios 3:164
.
Una razón por la que se permitió el incendio es la proliferación y
desarrollo excesivo de instituciones en Battle Creek; y el descuido de
la iglesia de ir a otros lugares y establecer nuevos y eficaces centros
de influencia en muchos lugares. El pago de sueldos excesivos
para un grupo selecto de administradores era algo que también
desagradaba a Dios.
Los incendios de las dos grandes casas editoras fueron juicios
enviados debido a la secularización de la Review and Herald y la
Pacific Press, evidenciada en el exceso de materiales comerciales
que imprimían; y no sólo eso, sino también la gran cantidad de
publicaciones objetables publicadas. Debido a eso, la impresión
de materiales denominacionales pasó a ocupar un segundo lugar, y
disminuyó la influencia y el poder espirituales. Dios y su gran obra
en la tierra tuvieron que esperar mientras los intereses comerciales
mundanos tomaban la delantera.
Por este tiempo, Elena de White efectuó una observación de gran
interés, que es un ejemplo de la perspicacia que Dios le había dado:
“Aun las personas que tratan de exaltar sus propios sentimien-
tos como si fueran una ciencia maravillosa, se asombran al ver que
hombres que ocupan posiciones de responsabilidad en nuestra casa
editora—que es una institución establecida para defender la ver-
dad de Dios—hayan consentido en publicar los libros que ellos les
presentan”.—
Manuscrito 124, 1901
.
En octubre de 1901 ella escribió:
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“En la Pacific Press se ha aceptado para su publicación un mate-
rial objetable: novelas y libros de historias que absorben la mente
de quienes los manejan, lo cual aparta su atención de la Palabra de
Dios... La introducción de este material ha destruido la espiritualidad
en la casa editora”.—
Carta 140, 1901
.
Además, los gerentes de las casas editoras descuidaron en gran
medida el deber de preparar aprendices y obreros para que fueran
capaces de servir en las casas editoras del país y del extranjero,