Página 18 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
Yo no podía pensar en ninguna cosa en particular en que hubiera
agraviado al Señor, y sin embargo un peso agobiante parecía oprimir
mi espíritu, llevándome a la desesperación. Dudaba de mi aceptación
por parte de Dios, y no podía orar. No tenía valor ni aun para elevar
mis ojos al cielo. Sufría intensa angustia mental, hasta que mi esposo
buscó al Señor en mi favor. El no cejó hasta que mi voz se unió con
la de él en procura de liberación. La bendición llegó, y yo comencé
a tener esperanza. Mi fe temblorosa se asió de las promesas de Dios.
Entonces Satanás actuó de otra manera. Mi esposo cayó grave-
mente enfermo. Sus síntomas eran alarmantes. A ratos temblaba y
sufría un dolor agonizante. Sus pies y sus miembros estaban fríos. Yo
los frotaba hasta que no me quedaban fuerzas. El Hno. Harris estaba
a varios kilómetros de distancia en su trabajo. Las hermanas Harris y
Bonfoey y mi hermana Sara, eran las únicas personas presentes; y yo
apenas reunía valor suficiente para atreverme a creer en las promesas
de Dios. Si alguna vez sentí mi debilidad fue entonces. Sabíamos
que algo debía hacerse inmediatamente. Momento tras momento el
caso de mi esposo iba empeorando en forma crítica. Era, claramente,
un caso de cólera. El nos pidió que oráramos, y no nos atrevimos a
rehusar hacerlo. Con gran debilidad nos postramos ante el Señor con
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un profundo sentimiento de mi indignidad; coloqué mis manos sobre
su cabeza y pedí al Señor que revelara su poder. Entonces sobrevino
un cambio inmediatamente. Regresó el color natural de su cara, y
la luz del cielo brilló en su semblante. Todos estábamos llenos de
una gratitud inefable. Nunca habíamos observado una respuesta más
notable a la oración.
Ese día debíamos salir rumbo a Port Byron para leer las pruebas
del periódico que se imprimía en Auburn. Nos parecía que Satanás
estaba tratando de obstaculizar la publicación de la verdad que
estábamos esforzándonos por colocar delante de la gente. Sentíamos
que debíamos andar por fe. Mi esposo dijo que iría a Port Byron en
busca de las pruebas. Lo ayudamos a enjaezar el caballo, y yo lo
acompañé. El Señor lo fortaleció en el camino. Recibió las pruebas,
y una nota que decía que el periódico estaría impreso al día siguiente,
y que debíamos estar en Auburn para recibirlo.
Esa noche nos despertaron los lamentos de nuestro pequeño
Edson, que dormía en el cuarto que estaba encima del nuestro. Era
cerca de medianoche. Nuestro hijito se aferraba a la Hna. Bonfoey,