Página 207 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Venta de libros e ilustraciones
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ben originar grandes gastos, pero todo debe efectuarse con perfecto
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orden. Nuestros libros deben encuadernarse con tapas de calidad y
durables. La costura debe ser firme y resistente. Siempre debe ser
así. Pero debe tenerse cuidado con el asunto de las ilustraciones. No
debe invertirse mucho dinero en esta fase del trabajo. Cuando las
ilustraciones presentan lecciones que inducen a estudiar el libro, eso
es conveniente; pero cuando las ilustraciones apartan la atención
de la verdad contenida en el libro y la fijan en ellas mismas, ha
fracasado el esfuerzo de hacer una contribución al libro mediante
las ilustraciones.—
Carta 75, 1900
.
Las ilustraciones que acompañan al texto deben hacerle jus-
ticia
—La lámina del libro
Gospel Reader
(Lecturas evangélicas)
que contiene una representación de Moisés contemplando la Tierra
Prometida, es una gran injusticia para el tema y es un gran despresti-
gio para los que la aprobaron para el libro. ¿Qué impresión causará
sobre los lectores del libro? No es en ningún sentido una represen-
tación de Moisés. Parece más una ilustración del gran engañador,
Satanás, después que perdió el Paraíso.
En la página 52 del mismo libro se encuentra la lámina “El arca
en medio del Jordán”: véase el querubín en cada extremo del arca.
Qué mala representación de los ángeles celestiales contemplando
con reverencia el propiciatorio o cubierta del arca. Un niño podría
considerar la representación como un pájaro agachado. Pero cuando
el arca se sacaba del santuario, los querubines nunca quedaban ex-
puestos a la vista. Esa arca sagrada, que representaba a Jehová en
medio de su pueblo, siempre estaba cubierta, para que ningún ojo
curioso pudiera mirarla. Que siempre permanezca cubierta.—
Carta
28a, 1897
.
Evítense las ilustraciones con escenas de crueldad
—Los gra-
bados de persecuciones y escenas de muerte en la hoguera perpe-
tradas por los católicos en el pasado no deben incluirse en nuestras
publicaciones. Es innecesario representarlas con sus terribles de-
talles. Basta con leer acerca de esas acciones malvadas. Cuando
era niña, me dieron el
Libro de los mártires,
de Fox, para que lo
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leyera. Veía los grabados con representaciones de horribles actos de
crueldad. Apenas podía comer o dormir. De día y de noche experi-
mentaba los horrores que había visto y me identificaba con quienes
los habían sufrido. Casi perdí mi confianza en Dios porque él per-