Capítulo 24—Enseñanza del colportaje evangélico
La habilidad para enseñar el colportaje evangélico
—El Se-
ñor le ha otorgado un importante don en su experiencia como colpor-
tor, y su habilidad para enseñar a otros a dedicarse con éxito a esta
obra. No tiene que desanimarse cuando otros no piensan tal como
usted y cuando se percata de que existe una diversidad de planes. El
Señor no le ha dado la responsabilidad de gobernar la obra, pero sí
le ha dado sabiduría para enseñar, y él le capacitará para ayudar a
otros a llevar adelante con éxito la obra del colportaje...
El le ayudará a convertir en éxito la obra del colportaje. La capa-
citación que le ha dado el Señor para llevar a cabo en la educación
de los colportores es una obra que mucho se necesita...
Ubíquese, si es posible, donde tenga pocas preocupaciones por el
trabajo de otros. Como instructor de colportores, usted posee talentos
que lo harán muy útil en la causa de Dios. Pero no debe convertirse
en un dictador.—
Carta 92, 1903
.
La atención individual es indispensable para tener éxito
—
En toda enseñanza verdadera, es esencial la relación personal. Al
enseñar, Cristo trató individualmente con los hombres. Educó a
los doce por medio del trato y la asociación personales. Sus más
preciosas instrucciones las dio en privado, y con frecuencia a un
solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en la
entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer
despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes discernió
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un corazón sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni
siquiera la muchedumbre que con tanta frecuencia seguía sus pasos
era para Cristo una masa confusa de seres humanos. Hablaba y
exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada corazón.
Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban,
notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho
de que la verdad había llegado al alma, y su corazón vibraba en
respuesta con gozosa simpatía.
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