Página 26 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
editora establecida en Battle Creek, en 1855.] Algunos hombres de
mente estrecha que deseaban usufructuar del dinero objetaron: “Este
es un edificio demasiado grande”. Luego ejercieron una presión tan
grande, que fue necesario convocar a las partes interesadas a una
reunión. Me pidieron que explicara por qué, si el Señor estaba por
venir, la casa editora necesitaba un edificio tan grande. Les dije:
“Ustedes que tienen oídos, deseo que oigan. Precisamente porque el
Señor vendrá pronto es que necesitamos un edificio de este tamaño;
y más que eso, se agrandará a medida que la obra progrese. El Señor
tiene que hacer una obra en el mundo. El mensaje debe proclamarse
en toda la tierra. Hemos comenzado esta obra porque creemos en
eso. Ejerceremos abnegación en nuestra vida”.
Mi esposo y yo decidimos recibir sueldos más bajos. Otros obre-
ros prometieron hacer igual cosa. El dinero que así se ahorró se
dedicó a comenzar la obra. Algunos de nuestros hermanos hicieron
donaciones liberales porque creyeron en lo que habíamos dicho. En
años posteriores, cuando la obra había prosperado y estos herma-
nos habían envejecido y eran pobres, consideramos sus casos y les
ayudamos todo lo que fue posible. Mi esposo era un hombre lleno
de simpatía por los necesitados y los que sufren. “El Hno. B puso
sus recursos en la obra cuando se necesitaba ayuda, y ahora tenemos
que ayudarle a él”, decía mi esposo.—
Manuscrito 100, 1899
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“Comenzamos con gran pobreza”—
La obra de publicaciones
se ha establecido con sacrificio; se ha mantenido por la providencia
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especial de Dios. La iniciamos con gran pobreza. Teníamos apenas
lo suficiente para comer y para vestirnos. Cuando escaseaban las
papas y debíamos pagar un elevado precio por ellas, las reemplazá-
bamos con nabos. Seis dólares por semana fue todo lo que recibimos
durante los primeros años de nuestro trabajo. Teníamos una familia
numerosa, pero ceñimos nuestros gastos a nuestras entradas. Como
no podíamos comprar todo lo que deseábamos, teníamos que sopor-
tar nuestras necesidades. Pero estábamos decididos a que el mundo
recibiera la luz de la verdad presente, de modo que entretejimos el
espíritu, el alma y el cuerpo con el trabajo. Trabajábamos desde la
mañana hasta la noche, sin descanso y sin el estímulo del sueldo... y
Dios nos acompañaba. Cuando prosperó la obra de publicaciones,
aumentaron los sueldos al nivel debido.—
Mensajes Selectos 2:218,
219
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