Página 272 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
debe a que los hombres siguieron su propio camino. Fomentaron sus
tendencias al mal, heredadas o adquiridas. Se dedicaron mayormente
a la duda, la crítica y la acusación. Su corazón no es recto delante
de Dios. Han escondido su lámpara debajo de un almud”.
Si cada soldado de Cristo hubiese cumplido su deber, si cada
centinela puesto sobre los muros de Sión hubiese tocado la trompeta,
el mundo habría oído el mensaje de amonestación. Mas la obra ha
sufrido años de atraso. Entretanto que los hombres dormían, Satanás
se nos ha adelantado.—
Joyas de los Testimonios 3:296, 297
.
El cielo es para los ganadores de almas
—El cristiano tiene la
responsabilidad de hacer resplandecer su luz. El seguidor profeso
de Cristo no está cumpliendo los requerimientos del Evangelio a
menos que esté sirviendo a los demás Nunca debe olvidar que debe
hacer resplandecer su luz ante los demás para que ellos, al ver sus
buenas obras, glorifiquen a su Padre celestial. Siempre debe hablar
con gracia y en armonía con su profesión de fe. Su obra debe revelar
a Cristo ante el mundo Jesucristo, y él crucificado, debe ser su tema
inagotable, acerca del cual debe hablar abundantemente, sacando
del buen tesoro de su corazón las preciosas joyas del Evangelio. El
corazón que está lleno de la bienaventurada esperanza, que rebosa
de inmortalidad y gloria, no puede guardar silencio...
Las personas con quienes se relaciona el cristiano tienen dere-
cho de conocer lo que ha sido revelado al seguidor de Cristo, y él
tiene que darlo a conocer por precepto y ejemplo. El cristiano debe
publicar las buenas nuevas de salvación, y nunca debe cansarle la
repetición de las manifestaciones de la bondad de Dios. Debe ex-
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traer continuamente con Cristo, y también extraer constantemente de
Cristo, a fin de comer la carne y beber la sangre del Hijo del hombre,
las cuales Jesús identifica como sus palabras, que son espíritu y son
vida. De ese modo tendrá una renovada provisión de maná celes-
tial. Cada cristiano, encumbrado o humilde, rico o pobre, educado
o ignorante, tiene que hablar del reino de Dios, tiene que hablar de
Cristo y de él crucificado, a quienes se encuentran en ignorancia
y pecado. Tenéis que hablar a los pecadores, porque aunque no lo
sepáis, Dios está obrando en sus corazones; nunca olvidéis que él
atribuye una gran responsabilidad a cada palabra que pronunciáis en
presencia de ellos...