Página 293 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Enseñando a los colportores evangélicos a ganar almas
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aroma de Cristo entre los que se salvan, y entre los que se pierden.
A éstos olor de muerte, y a aquéllos fragancia de vida. Y para estas
cosas, ¿quién es suficiente?”
2 Corintios 2:14-16
.—
Manuscrito 10,
1900
.
Hay joyas en todas las iglesias
—El Señor Dios del cielo quiere
que toda la iglesia cree medios que permitan que los encumbrados
y humildes, los ricos y pobres, puedan escuchar el mensaje de la
verdad. El Señor Jesús, el poderoso Salvador, murió por esas per-
sonas. El puede hacerlos salir de su indiferencia. Puede despertar
sus simpatías. Puede enternecer sus corazones. Puede revelar a su
conciencia la hermosura y el poder de la verdad.
[339]
El Obrero magistral es Dios y no el hombre finito; pero él pide
que los hombres sean sus agentes, por medio de quienes él pueda
impartir luz a los que están en tinieblas. Dios tiene joyas en todas
las iglesias, y a nosotros no nos corresponde efectuar abarcantes
denuncias del mundo religioso profeso, pero debemos presentar con
humildad y amor a todos la verdad como ha sido revelada por Jesús.
Que la gente vea piedad y devoción, que contemplen caracteres
semejantes al de Jesús, porque entonces se sentirán atraídos hacia la
verdad. El que ama a Dios supremamente y a su prójimo como a sí
mismo será una luz en el mundo. Los que conocen la verdad tienen
el deber de compartirla. Tienen que levantar a Jesús, el Redentor del
mundo; tienen que ensalzar la palabra de vida...
Por ningún motivo debemos dejarnos desanimar en el cumpli-
miento de nuestra comisión por la manifestación de indiferencia,
desinterés y falta de percepción espiritual por parte de aquellos que
han sido iluminados por la palabra de Dios. Tenemos que predicar
la palabra de vida a quienes podríamos considerar personas tan sin
esperanza como si etuvieran en sus tumbas. Aunque causen la impre-
sión de no querer escuchar o recibir la luz de la verdad, tenemos que
hacer nuestra parte sin dudar ni vacilar.—
The Review and Herald,
17 de enero de 1893
.
Colportores evangelistas y no necesariamente predicado-
res
—Se necesitan colportores para realizar la tarea de llevar estos
mensajeros silenciosos de la verdad a la gente; colportores que sien-
tan responsabilidad por las almas, que puedan hablar palabras en
sazón a los que buscan la luz. Algunos pueden decir: “Yo no soy
predicador; no puedo predicar al pueblo”. Es probable que no podáis