Página 320 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
Los que la establecieron eran administradores sinceros. Pensaron
que su liberalidad motivaría a ministros y feligreses a trabajar con
más empeño para aumentar la demanda de estas publicaciones.
Los ministros y los feligreses deben actuar con nobleza y libera-
lidad en su trato con nuestras casas editoras. En vez de maniobrar y
formar planes para conseguir revistas, folletos y libros a los precios
más bajos, debieran estudiar la forma de hacer que la gente compren-
da el verdadero valor de las publicaciones. Todos los centavos que
se han extraído de miles de publicaciones han causado la pérdida
de miles de dólares a nuestras casas editoras, cuando unos pocos
centavos más pagados por cada comprador difícilmente habrían sido
notados.—
Testimonies for the Church 4:598
.
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Libros vendidos excesivamente baratos
—A continuación se
dio instrucción para el Pastor Haskell, y se le dijo que en su vehe-
mencia por proporcionar a la gente la verdad preciosa contenida en
sus libros, en su deseo de que todos sintieran que los libros tenían
un valor mayor que su costo, y que se animara a todos a hacerlos cir-
cular ampliamente, estaba vendiéndolos a un precio excesivamente
bajo, con lo que hacía demasiado pesada su propia carga.
Nuestro Consejero dijo: “Los libros debieran venderse de tal
modo que el autor no quede desprovisto de recursos y que la casa
editora obtenga un margen de ganancia apropiado a fin de contar con
recursos para llevar a cabo su obra”.—
Testimonies for the Church
9:73
.
Los precios bajos son una mala norma comercial
—Tanto us-
ted como A han cometido el error de rebajar los precios de nuestros
libros a un nivel tan bajo que la editorial no ha podido prosperar. Esta
fue una mala táctica comercial. Ustedes dos consideraron acertados
estos planes, pero en realidad fue lo peor que hubieran podido hacer
por la casa editora. Han rebajado el valor de los libros; cuando éstos
se venden a un precio tan bajo, resulta muy difícil aumentarlo para
venderlos por su valor real.—
Carta 2, 1880
.
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