Página 319 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Administración y promoción esmeradas
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ediciones de los mismos libros. Esto se ha hecho con las mejores
intenciones, pero no con un juicio experimentado y previsor.
El bajo precio de las publicaciones no ha permitido que las casas
editoras acumularan un capital operativo. Esto no se percibió con
claridad ni se investigó debidamente. Este hecho indujo a la gente a
valorar menos las obras, y no se comprendió plenamente que una
vez que estas publicaciones se han vendido a bajo precio, resulta
muy difícil distribuirlas al precio que realmente deben tener.
Nuestros ministros no han tenido el aliento ni el incentivo ade-
cuados. Deben tener recursos financieros para vivir. Ha habido una
lamentable falta de previsión al colocar precios tan bajos a nuestras
publicaciones, y también al permitir que las ganancias beneficiaran
mayormente a las Sociedades Misioneras de Folletos. Estos asun-
tos se han llevado a extremos, debido a lo cual se producirá una
reacción. Para que las Sociedades Misioneras de Folletos puedan
florecer, también deben florecer las editoriales que publican los li-
bros. Si se debilitan estas organizaciones, si se permite que las casas
editoras se endeuden, también las Sociedades Misioneras de Folletos
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fracasarán.
Ha habido una administración errada, aunque no intencionalmen-
te, sino por el fervor y el entusiasmo por promover la obra misionera.
En la distribución y amplia circulación de las revistas, los folletos y
las hojas sueltas, las instituciones que producen estas publicaciones
se han debilitadado abrumadoramente con problemas financieros.
Siempre existe el peligro de llevar cualquier buena obra a extremos.
Personas responsables corren el peligro de convertirse en hombres
de una sola idea, de concentrar sus pensamientos sobre un solo ramo
de la obra, descuidando otros sectores del gran campo misionero.—
Testimonies for the Church 4:597
.
Errores cometidos al bajar los precios
—Como pueblo tene-
mos que ser cuidadosos en todas las cosas. No hay la mínima segu-
ridad para nadie, a menos que busquemos diariamente la sabiduría
de Dios sin arriesgarnos a actuar por cuenta propia. El peligro nos
rodea constantemente, por lo que debemos usar todas las precaucio-
nes necesarias para que ningún ramo de la obra se convierta en una
especialidad, mientras se dejan rezagados otros intereses.
Se ha incurrido en errores al bajar los precios de las publicaciones
para hacer frente a ciertas dificultades. Hay que cambiar esta práctica.