Página 318 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
masiado resueltamente, en desproporción con los demás ramos de
la obra sin el discernimiento debido, no sería conveniente publicar
este hecho en nuestras revistas. Debiéramos corregir estos erro-
res tan pronto como sea posible entre nosotros mismos, sin darles
publicidad.—
Manuscrito 1, 1879
.
Libros innecesarios y Biblias costosas
—En mi última visión
se me mostró que tanto usted como el pastor F se encontraban
en peligro de dar un ejemplo de extravagancia en la inversión de
dinero en libros que no tratan de la verdad presente. Muchos que
no necesitan estos libros y que no obtendrían ningún beneficio si
nuestros ministros se los ofrecieran en venta, los comprarían si se
les dice que la ganancia beneficia a la sociedad misionera de folletos
y revistas; y con el dinero gastado en esta forma debieran haber
comprado publicaciones con la verdad presente, que necesistan.
Debiera haber un compás de espera antes de comenzar a comprar
Biblias costosas. Cuando ministros pobres ven estas Biblias bien
presentables y extravagantes, las comprarán aunque no dispongan
de dinero, y como resultado no podrán adquirir los libros que tratan
de nuestra fe.—
Carta 2, 1880
.
Normas liberales para animar a los ministros
—Cuando se
resolvió eliminar esta pequeña fuente de ingreso de los ministros,
que obtenían vendiendo libros para suplementar sus sueldos, me
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hice esta reflexión: Esto está mal. Producirá una fuerte reacción.
Estoy segura que con este movimiento se está amortiguando el
ánimo y el espíritu de los ministros, por lo que no debo guardar
silencio. Aprecio tanto los intereses de cada parte de la causa como
mi vida misma, y cada ramo tiene importancia. Se me mostró que
era peligroso hacer tan absorbente la obra misionera con folletos y
revistas, que mediante una multiplicidad de planes se torne confusa
e intrincada. El ángel me repitió: “Exceso de organización”.—
Carta
2, 1880
.
Precios justos para las publicaciones
—Las casas editoras son
propiedad de nuestro pueblo, y todos debieran trabajar hasta lograr
elevarlas por encima de sus estrecheces financieras. Las casas edito-
ras, con el fin de hacer circular las publicaciones, han aceptado los
precios excesivamente bajos que se les han ofrecido; a causa de esto,
han recibido ganancias tan bajas que no han podido hacer nuevas