Página 324 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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El Ministerio de Publicaciones
esta visita, me sentí cansada y me fui a acostar temprano. Padecía de
reumatismo en el costado izquierdo y no podía encontrar descanso.
Daba vueltas en la cama, buscando una posición que me hiciese
sufrir menos. Experimentaba en el corazón un dolor que no me
auguraba nada bueno. Por fin pude dormir.
Hacia las nueve y media de la noche procuré darme vuelta y
comprobé que todo dolor había desaparecido. Al darme vuelta de
un lado a otro y al mover las manos, experimentaba una agilidad y
libertad extraordinarias, indescriptibles. El cuarto estaba inundado
de luz, una luz maravillosa, suave, azulada; me parecía estar en los
brazos de seres celestiales.
Había ya disfrutado en el pasado de esta luz especial en momen-
tos particularmente bendecidos; pero esta vez era más evidente, más
impresionante, y sentía una paz tan perfecta y abundante que las
palabras me faltan para expresarla. Me senté y me vi rodeada por
una nube brillante, blanca como la nieve, cuyos bordes tenían un
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pronunciado color rosado. La música más arrobadora llenaba el aire
y reconocí en ella el canto de los ángeles. Luego una voz me dijo:
“No temas; yo soy tu Salvador. Los santos ángeles te rodean”.
“¡Es el cielo!—dije—, y ahora puedo descansar. Ya no tendré que
dar ningún mensaje ni habré de soportar que éstos sean interpretados
torcidamente. Todo va a ser fácil y voy a disfrutar de paz y descanso.
¡Oh, cuánta paz inefable llena mi alma! ¿Es esto verdaderamente el
cielo? ¿Soy de veras hija de Dios? ¿Disfrutaré para siempre de esta
paz?”
La voz replicó: “Tu obra no ha terminado aún”.
Volví a dormirme, y cuando desperté oí la música y tuve deseos
de cantar. Entonces alguien pasó cerca de mi puerta, y me pregunté
si habría visto la luz. La luz se disipó después de un tiempo, pero la
paz permaneció.
Un poco más tarde, nuevamente me dormí y me pareció estar
en una junta en la que se estudiaba nuestra obra de publicaciones.
Varios de los dirigentes estaban presentes, y también el Hno. Haskell
y su esposa consultaban con los demás respecto a la difusión de
nuestros libros, folletos y revistas.
El Hno. Haskell presentaba poderosos argumentos para que se
diese una difusión más intensa a los libros que contienen el conoci-
miento que fuera comunicado a la Hna. White, libros que contienen