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El Ministerio de Publicaciones
asuntos tratados para su servicio sean tan puros, tan preciosos a sus
ojos como el oro, el incienso y la mirra que los magos de Oriente
trajeron en su fe sincera y sin mácula al niño Jesús.
Así es como, en sus asuntos comerciales, los discípulos de Cristo
deben ser portaluces para el mundo.—
Joyas de los Testimonios
3:143, 144
.
Hermano mío [un redactor], ¿cuándo aprenderá usted esta lec-
ción? No son las casas, las tierras, los carruajes, los muebles caros
ni la ostentación exterior, lo que hace que una persona se encuentre
en una posición elevada en presencia de un Dios santo y de los
ángeles ministradores. Dios mira el corazón. El lee cada propósito
de la mente. Conoce los motivos que impulsan a la acción. Lee
entre las líneas de texto enviadas afuera. Puede distinguir entre lo
verdadero y lo falso. Coloca su sello sobre las obras que se hacen
y los libros que se escriben con humildad y contrición de corazón.
Valora la sinceridad y la pureza de principios por encima de todo lo
demás.—
Carta 3, 1901
.
Testigos de la verdad—
“Vosotros sois mis testigos, dice Jeho-
vá”, para “publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de
la cárcel; a promulgar año de la buena voluntad de Jehová, y día de
venganza del Dios nuestro”.
Isaías 43:10
;
61:1-2
.
Nuestra obra de publicación se estableció según las instrucciones
de Dios y bajo su dirección especial. Fue fundada para alcanzar un
objeto preciso. Los adventistas del séptimo día han sido elegidos
por Dios como pueblo particular, separado del mundo. Con el gran
instrumento de la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y
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los ha relacionado consigo. Ha hecho de ellos representantes suyos,
y los ha llamado a ser sus embajadores durante esta útima fase de
la obra de salvación. Les ha encargado que proclamen al mundo
la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna vez a seres
mortales, las advertencias más solemnes y terribles que Dios haya
enviado alguna vez a los hombres. Y nuestras casas editoras se
cuentan entre los medios más eficaces para realizar esta obra.
Estas instituciones deben ser testigos de Dios y enseñar la jus-
ticia al mundo. La verdad debe resplandecer sobre ellas como una
antorcha. Deben emitir constantemente en las tinieblas del mundo
rayos de luz que adviertan a los hombres los peligros que los ex-