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El Ministerio de Publicaciones
que Dios envía; si se apartan del mensaje y no demuestran interés en
la obra especial para este tiempo, entonces debieran ser separados de
la obra, y debiera elegirse a otros para que ocupen su lugar, reciban
la luz que Dios envía a su pueblo, y anden en esa luz.—
Manuscrito
29, 1895
.
Carácter elevado y solemne de la obra de Dios—
Muchos no
han logrado comprender el carácter sagrado de la obra a la que se
dedican. Su carácter exaltado debiera mantenerse ante los obreros,
tanto por precepto como por ejemplo. Que todos lean las instruc-
ciones dadas por Cristo a Moisés. Estas disposiciones requerían
que cada hombre ocupara su lugar e hiciera la parte de la obra a la
que había sido designado y para la que había sido apartado. Si en
las tareas de levantar o desarmar el tabernáculo se encontraba a al-
guien fuera del lugar que le correspondía, o si cometía alguna acción
indebida, ese hombre debía ser muerto.—
Manuscrito 29, 1895
.
Debe cuidarse con tanto celo como el arca—
Tanto los miem-
bros de la iglesia como los empleados de la casa editora debieran
sentir que como obreros juntamente con Dios tienen que desempeñar
una parte en el cuidado de su institución. Debieran ser guardianes
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fieles de sus intereses en todo sentido, y tratar de protegerla no sólo
de pérdida y desastre, sino todo lo que pudiera profanar o contami-
nar. Nunca su buena fama debiera resultar manchada a causa de sus
actos, ni siquiera por el hálito de la crítica ni la censura descuidada.
Las instituciones de Dios deberían considerarse como un legado
que debiera cuidarse con tanto celo como el que manifestaban los
antiguos israelitas al proteger el arca.—
Testimonies for the Church
7:192, 193
.
La presencia del Señor Jehová en cada departamento—
La
presencia del Señor Jehová debe reconocerse en cada oficina y de-
partamento de la casa editora, así como su voz era reconocida por
Adán y Eva en el huerto del Edén. El Señor va a su propio lugar en
la casa editora Review and Herald, de la que deben salir las ben-
diciones de la luz de su presencia y llenar con su Espíritu a cada
obrero que le sirve, para que ni una pizca de los atributos de Satanás
se manifieste en lo que los ojos miran, en lo que los oídos escuchan,
en las palabras que se hablan ni en las actitudes que se adoptan.
Los que están en posiciones de autoridad debieran decir con
su comportamiento: “Soy un maestro, un ejemplo. Lo que he visto