Página 65 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Normas espirituales elevadas para los obreros de Dios
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Disfrutando de la presencia perpetua de Jesús
—Los que es-
tán relacionados con la causa del Señor debieran desempeñar sus
responsabilidades en el temor y el amor de Dios, mirando constan-
temente a Jesús y haciendo todo el tiempo su obra con el único fin
de tributarle gloria; y preguntando a cada paso: “¿Es éste el mé-
todo del Señor?” Entonces su devoción aumentará poco a poco y
crecerán constantemente en la gracia y el conocimiento de nues-
tro Señor y Salvador, Jesucristo... Contemplando a Cristo somos
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transformados.—
Manuscrito 24, 1891
.
Los obreros deben estudiar el Libro de los libros
—Necesitáis
en gran medida una experiencia práctica en la vida cristiana. Tenéis
que capacitar la mente para la obra de Dios. El carácter de vuestra
experiencia religiosa se manifiesta mayormente por medio del ca-
rácter de los libros que elegís para leer en vuestros momentos de
ocio. La Biblia es el Libro de los libros, y si amáis las Escrituras,
debéis leerlas cuando tenéis oportunidad para que os apoderéis de
los ricos tesoros de la Palabra de Dios, y abundar en buenas obras,
entonces tendréis la seguridad de que Jesús os está atrayendo hacia
sí mismo. Pero leer las Escrituras en una forma casual, sin tratar de
comprender las lecciones de Cristo para satisfacer sus requerimien-
tos, no es suficiente. Hay ricos tesoros en la Palabra de Dios que
pueden descubrirse sólo cavando profundamente en la mina de la
verdad. Las Escrituras han sido dadas para nuestro beneficio a fin
de que dispongamos de instrucciones en la justicia. Preciosos rayos
de luz han sido oscurecidos por las nubes del error, pero Cristo está
listo para dispersar la niebla del error y la superstición, y para reve-
larnos el resplandor de la gloria del Padre, de modo que podamos
decir como sus discípulos: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros,
cuando nos hablaba en el camino?”...
La Biblia es como el jardín de Dios para los que aman a Cristo,
cuyas promesas son tan agradables para el corazón como la fragancia
de las flores lo son para los sentidos. Tomad, entonces, vuestras
Biblias, y con renovado interés comenzad a estudiar los registros
sagrados del Antiguo y el Nuevo Testamentos. Trabajad el campo
de la verdad preciosa, hasta que obtengáis una comprensión más
profunda de la misericordia y el amor de Dios, quien dio a su Hijo
unigénito al mundo, para que por medio de él pudiéramos tener