La gran multitud de los redimidos, 17 de noviembre
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y
lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos.
Apocalipsis 7:9
.
Todas las clases, todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas estarán ante el trono de Dios y del Cordero con sus vestidos
inmaculados y sus coronas adornadas con piedras preciosas. Dijo el ángel: “Estos son los que han venido de grande tribulación, y
han lavado sus ropas y las han emblanquecido, mientras los amadores de placeres más que de Dios, los sensuales y desobedientes,
han perdido ambos mundos. No tienen las cosas de esta vida ni la vida inmortal”.
Aquella multitud triunfante con cantos de victoria, coronas y arpas, ha pasado por el horno de fuego de la aflicción terrena
cuando estaba caldeado y ardía intensamente. Vienen de la miseria, el hambre y la tortura, de la abnegación profunda y los amargos
desengaños. Miradlos ahora como vencedores, no ya pobres, ni apenados, ni afligidos y odiados de todos por causa de Cristo.
Contemplad sus atavíos celestiales, blancos y resplandecientes, más preciosos que cualquier vestido real. Mirad por fe sus coronas
adornadas con piedras preciosas; nunca una diadema semejante engalanó la frente de ningún monarca terreno.
[340]
Escuchad sus voces cuando cantan resonantes hosannas mientras agitan las palmas de la victoria. Una música hermosa llena el
cielo cuando sus voces entonan estas palabras: “Digno, digno es el Cordero que fue inmolado y resucitó para siempre. Salvación
a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. Y la hueste angélica, ángeles y arcángeles, querubines cubridores y
gloriosos serafines, repiten el estribillo de aquel canto gozoso y triunfal diciendo: “Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la
acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos”.
Apocalipsis 7:12
—
En Lugares
Celestiales, 373
.
¡Oh!, en ese día quedará a la vista que los justos fueron sabios, en tanto que los pecadores fueron necios... Su paga será
humillación y desprecio eternos. Los que hayan sido colaboradores de Cristo estarán entonces junto al trono de Dios, revestidos de
pureza y del manto de la justicia eterna.—
In Heavenly Places, 371
.
338