Gozo en la obediencia, 12 de marzo
He deseado tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi delicia.
Salmos 119:174
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El verdadero cristiano nunca se quejará de que el yugo de Cristo es una mortificación. Considera el servicio a Jesús como la
libertad más plena. La ley de Dios es su delicia. En lugar de procurar rebajar los mandamientos divinos para que coincidan con sus
propias deficiencias, se esmera constantemente para colocarse al nivel de la perfección de ellos.
Una experiencia semejante ha de ser nuestra si queremos estar en pie en el día de Dios. Ahora, mientras dura el tiempo de prueba,
mientras aún se oye la voz de la misericordia, es el tiempo para que nosotros desechemos el pecado...
Dios ha hecho amplia provisión para que aparezcamos perfectos en su gracia, sin necesidad de nada, esperando la manifestación
de nuestro Señor. ¿Estáis listos? ¿Tenéis puesta la vestimenta de boda? Esa vestimenta nunca encubrirá el engaño, la impureza, la
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corrupción o la hipocresía. Dios tiene su vista puesta en vosotros. Ella discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Podemos ocultar nuestros pecados de la vista del hombre, pero no podemos esconder nada de nuestro Hacedor.
Dios no eximió a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nuestras culpas y lo resucitó para nuestra justificación. En el
nombre de Cristo podemos presentar nuestras peticiones ante el trono de la gracia. A través de él, indignos como somos, podemos
obtener todas las bendiciones espirituales. ¿Vendremos a él para que tengamos vida?—
Testimonies for the Church 5:204, 205
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La voluntad de Dios se expresa en los preceptos de su sagrada ley, y los principios de esta ley son los principios del cielo. Los
ángeles que allí residen no alcanzan conocimiento más alto que el saber la voluntad de Dios, y el hacer esa voluntad es el servicio
más alto en que puedan ocupar sus facultades.
En el cielo no se sirve con espíritu legalista. Cuando Satanás se reveló contra la ley de Jehová, la noción de que había una ley
sorprendió a los ángeles casi como algo en que no habían soñado antes. En su ministerio, los ángeles no son como siervos, sino
como hijos. Hay perfecta unidad entre ellos y su Creador. La obediencia no es trabajo penoso para ellos. El amor a Dios hace de su
servicio un gozo.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 93, 94
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