Página 82 - Maranata

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Modelados en el taller del Señor, 13 de marzo
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.
1 Corintios 6:19, 20
.
No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio elevado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si
pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa sobre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor
condición de salud, a fin de prestar a Dios un servicio perfecto...
Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor
duda, ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos son la verdad presente, y que nos estamos acercando al
juicio. Nos estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos
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ángeles, para dar a los fieles y justos, el toque final de la inmortalidad. Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros
pecados, quitarnos los defectos de carácter o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de
realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo.
Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza,
santificación y honra, recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados, permanecerán
así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará
entonces para proseguir su proceso de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del
tiempo de gracia. Ahora debe realizarse esta obra en nosotros...
Estamos ahora en el taller de Dios. Muchos de nosotros somos piedras toscas de la cantera. Pero cuando echamos mano de
la verdad de Dios, su influencia nos afecta. Nos eleva, y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su
naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos, en el
reino de gloria.—
Joyas de los Testimonios 1:180, 181
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