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Avanzando bajo dificultades
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de segunda clase resultó destrozado por completo, y sus astillas, con
los viajeros, se esparcieron por ambos lados de la vía. El coche en
que nosotros habíamos tratado de conseguir asiento quedó muy mal-
trecho, y uno de sus extremos se elevaba sobre el montón de ruinas.
De la catástrofe resultaron cuatro pasajeros muertos o mortalmente
heridos, y muchos otros heridos de gravedad. Tuvimos la seguridad
de que Dios había enviado a un ángel para salvarnos la vida.
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Regresamos a casa del Hno. Cireneo Smith, cerca de Jackson,
y al día siguiente tomamos el tren para Wisconsin. Dios bendijo
nuestra visita a ese Estado. A consecuencia de nuestros esfuerzos se
convirtieron muchas almas. El Señor me fortaleció para soportar el
fatigoso viaje.
Regreso a Rochester
Volvimos a Wisconsin muy fatigados, deseosos de descansar,
pero quedamos muy tristes al encontrar a la Hna. Ana muy afligida.
La enfermedad había hecho presa de ella, y estaba muy débil. Las
pruebas se multiplicaban a nuestro alrededor. Teníamos muchas con-
gojas. Los empleados de la imprenta se hospedaban en nuestra casa,
y éramos de quince a veinte en familia. Las reuniones del sábado y
las conferencias se celebraban en nuestra casa. No teníamos un sá-
bado tranquilo, porque algunas hermanas solían quedarse todo el día
con sus chiquillos, y generalmente nuestros hermanos y hermanas no
consideraban las incomodidades, cuidados y gastos suplementarios
que con ello nos traían. Y como los empleados de la oficina cayeron
enfermos uno tras otro y necesitaban especial cuidado, yo temía que
al fin nos rendiría la ansiedad con el excesivo trabajo. A menudo
pensaba que ya no podía resistir más. Pese a que las dificultades
aumentaban vi con sorpresa que no nos vencían. Aprendimos la
lección de que era posible sobrellevar más pruebas y sufrimientos
de los que habíamos imaginado en un principio. El vigilante ojo del
Señor estaba fijo en nosotros para evitar nuestra destrucción.
El 29 de agosto de 1854, el nacimiento de Guillermo añadió
nueva responsabilidad a nuestra familia, y me distrajo de algunas
de las tribulaciones que me rodeaban. Entonces recibimos el pri-
mer número del periódico falsamente titulado
El Mensajero de la
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