Capítulo 29—Reclamando a los perdidos
Despues de llegar a nuestro hogar, sentimos de una manera in-
tensa el cansancio producido por el trabajo en nuestra gira al este.
Muchos urgían por carta a que escribiera lo que yo les había relatado
respecto de lo que el Señor me había mostrado concerniente a ellos.
Y había muchos otros a los cuales no había hablado, cuyos casos
eran importantes y urgentes. Debido a mi cansancio, la tarea de
escribir tanto se me hacía más de lo que podía soportar, y yo dudaba
si tenía el deber de escribir tanto, a tantas personas, algunas de las
cuales no eran merecedoras de ello. Me parecía que por cierto existía
algún error en alguna parte.
Un sueño animador
Una noche soñé que una persona me trajo una tela blanca y me
pidió que yo cortara de ella vestidos para personas de todos los
tamaños y toda descripción de carácter y circunstancias en la vida.
Se me dijo que los cortara y los colgara, teniéndolos listos para ser
confeccionados cuando se me pidiera. Tenía la impresión de que
muchas personas para quienes se me pidió que cortara vestidos,
no los merecían. Pregunté si ésa era la última pieza de tela que
yo tendría que cortar, y se me dijo que no; que tan pronto como
yo terminara este trabajo, habría otros de los cuales debía hacerme
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cargo.
Me sentí desanimada por la cantidad de trabajo que tenía delante,
y declaré que había estado ocupada en cortar vestidos para otros
durante más de 20 años, y que mis labores no habían sido apreciadas,
y que tampoco vi que mi obra había realizado mucho bien. Le hablé
al que me trajo la tela acerca de una mujer en particular, para la
cual él me había pedido que cortara un vestido. Declaré que ella
no merecía el vestido, y que sería una pérdida de tiempo y material
presentárselo. Ella era muy pobre, de un intelecto inferior, desprolija
en sus hábitos, y muy pronto lo ensuciaría.
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