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Notas biográficas de Elena G. de White
el alarmante anunció de que Cristo venía en 1843, a sólo breves años
en lo futuro.
Un reavivamiento espiritual
Se empezaron a celebrar reuniones especiales para proporcionar
a los pecadores la oportunidad de buscar a su Salvador y prepararse
para los tremendos acontecimientos que pronto iban a ocurrir. El
terror y la convicción se difundieron por toda la ciudad. Se realizaban
reuniones de oración, y en todas las denominaciones religiosas se
observó un despertar general, porque todos sentían con mayor o
menor intensidad la influencia de las enseñanzas referentes a la
inminente venida de Cristo.
Cuando se invitó a los pecadores a que dieran testimonio de su
convencimiento, centenares respondieron a la invitación, y se senta-
ron en los bancos apartados con ese fin. Yo también me abrí paso
por entre la multitud para tomar mi puesto entre los que buscaban
al Salvador. Sin embargo sentía en mi corazón que yo no lograría
merecer llamarme hija de Dios. Muchas veces había anhelado la paz
de Cristo, pero no podía hallar la deseada libertad. Una profunda
tristeza embargaba mi corazón; y aunque no acertaba a explicarme
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la causa de ella, me parecía que yo no era lo bastante buena para
entrar en el cielo, y que no era posible en modo alguno esperar tan
alta dicha.
La falta de confianza en mí misma, y la convicción de que era
incapaz de dar a comprender a nadie mis sentimientos, me impidie-
ron solicitar consejo y auxilio de mis amigos cristianos. Así vagué
estérilmente en tinieblas y desaliento, al paso que mis amigos, por no
penetrar en mi reserva, estaban del todo ignorantes de mi verdadera
situación.
Justificación por la fe
El verano siguiente mis padres fueron a un congreso de los
metodistas celebrado en Buxton, Maine, y me llevaron con ellos. Yo
estaba completamente resuelta a buscar allí anhelosamente al Señor
y obtener, si fuera posible, el perdón de mis pecados. Mi corazón