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Restauración de la salud
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La Sra. White anhelaba grandemente tener salud y vigor para po-
der asistir a la reunión y presentar su testimonio, pero la perspectiva
era desanimadora. Tenía un resfrío muy malo, y su pulmón izquierdo
estaba muy dolorido. Se hallaba débil, y sin energía ni valor. Sin
embargo, dijo: “Prepárenme un lugar en la reunión, pues yo asistiré,
si es posible”, y expresó la esperanza de que cuando llegara al campo
donde se realizaba el congreso sentiría una influencia vivificante.
El sábado por la mañana estaba muy débil, y apenas podía dejar
su lecho de enferma. Pero a mediodía dijo: “Prepárenme un lugar en
la carpa grande donde yo pueda escuchar al predicador. Posiblemente
el sonido de la voz del predicador resulte una bendición para mí.
Espero que algo me traiga nueva vida”.
Se arregló un sofá para ella cerca de la plataforma, de espaldas
a la congregación. El pastor Waggoner habló acerca del surgimien-
to y de la obra del mensaje de los primeros tiempos, y relató sus
progresos hasta 1882. Había una gran congregación, y muchos de
los hombres de negocio de Healdsburg estaban presentes. Cuando
el pastor Waggoner terminó de hablar, la Sra. White dijo: “Ayúden-
me a ponerme de pie”. La Hna. Ings y su hijo la levantaron, y fue
conducida hasta el púlpito. Se asió del púlpito con ambas manos,
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comenzó, en forma débil, a decir a la gente que ésta podría ser la
última vez que ellos escucharan su voz en un congreso. Después
de pronunciar unas pocas frases, hubo un cambio en su voz y en su
actitud. Sintió la conmoción de un poder sanador. Su voz se forta-
leció, y sus frases salieron claras y completas. Al proseguir con su
discurso, su fortaleza era manifiesta. Estaba firmemente en pie, y no
necesitaba usar el púlpito como soporte.
La gran congregación presenció la manifestación sanadora. To-
dos notaron el cambio en su voz, y muchos lo observaron en su
semblante. Vieron la transición rápida de una palidez de muerte al
color rosado de la vida, al notar el tinte natural de su piel primera-
mente en la nuca y luego en la parte baja de la cara, y más tarde en
la frente. Uno de los hombres de negocios de Healdsburg exclamó:
“¡Se está realizando un milagro a la vista de toda esta congrega-
ción!” Después de la reunión ella testificó ante los amigos que la
interrogaban en cuanto a su curación. Con el sanamiento vino la
fuerza y el valor para trabajar, y durante el resto del congreso habló
cinco veces.