Trabajo con la pluma y la palabra
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desde que saliera de aquí, cuando estaba muy débil, después del ser-
vicio fúnebre de mi esposo. Ahora la gran pérdida que la causa había
sufrido con su muerte, la gran pérdida que yo sufrí al verme privada
de la asociación con él y de su ayuda en mi trabajo me angustiaron
vívidamente, y no podía dormir. Recordé el pacto que había hecho
con Dios cuando mi esposo estaba en el lecho de muerte: que no me
desanimaría bajo la carga, sino que trabajaría más fervorosamente
y en forma más devota que nunca antes para presentar la verdad,
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tanto por la pluma como de viva voz; que presentaría delante del
pueblo la excelencia de los estatutos y los preceptos de Jehová y que
señalaría a los oyentes la fuente purificadora donde podemos lavar
toda mancha de pecado.
“Toda la noche luché con Dios en oración para que él me diera
fuerza para mi tarea, y que me imbuyera con su Santo Espíritu, a fin
de que pudiera cumplir con mi solemne pacto. Lo que más deseaba
era emplear mi tiempo en urgir a los que profesaban la verdad a
que tuvieran una relación más estrecha con Dios, para que pudieran
gozar de más perfecta comunión con él de la que gozó el Israel de
antaño en sus días de mayor prosperidad.
“El sábado de mañana hablé a la gran congregación reunida en
el Tabernáculo. El Señor me dio fuerza y soltura al presentar las
palabras que se encuentran en
Apocalipsis 7:9-17
...
La senda de la obediencia
“El domingo de mañana hablé a unos 75 obreros relacionados
con la oficina de la
Review and Herald
. Una semana antes, el 12
de agosto, me había presentado delante de un grupo similar en
la Pacific Press, y les mostré la importancia de actuar según los
principios. Ahora presenté el mismo tema, amonestando a todos a
que no permitieran que nada los desviara de lo correcto. Les advertí
que tendrían que hacer frente a influencias opositoras, y que se verían
presionados por tentaciones. Les dije que todo el que no estuviera
arraigado y fundado en la verdad sería movido de su fundamento...
“El domingo de tarde, 19 de agosto, hablé por invitación en
el Sanatorio... Ante esa numerosa congregación me referí a las
palabras: ‘El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su
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lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y