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Notas biográficas de Elena G. de White
declaró que aunque no podía nombrar los países, podía recordar
los lugares si alguna vez los viera, porque la escena había quedado
grabada con mucha claridad en su mente.
En el departamento de prensas de la nueva editora de Basilea
reconoció uno de estos lugares. Pocos meses más tarde, durante
su visita a Noruega, reconoció en el departamento de prensas de la
ciudad de Cristianía (hoy Oslo) otro de estos lugares; y seis años más
tarde, durante su visita a Australia, ella vio, en la oficina del
Bible
Echo
de Melbourne, otro departamento de prensas. En él reconoció
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el lugar y las prensas como pertenecientes al grupo que había visto
en su visión de Battle Creek el 3 de enero de 1875.
La venta de publicaciones
El congreso de la Asociación Suiza se realizó del 10 al 14 de
septiembre de 1885. Asistieron más o menos doscientas personas. A
esta reunión siguió inmediatamente el concilio misionero europeo,
que continuó por dos semanas. En estas reuniones se recibieron in-
formes muy interesantes de Escandinavia, Gran Bretaña, Alemania,
Francia, Italia y Suiza, países en los cuales la causa de la verdad
presente había empezado a operar. Los informes produjeron algunas
discusiones animadas de temas como éstos: los planes más efica-
ces para la circulación de nuestras publicaciones; la ilustración de
nuestros periódicos y libros; el uso de carpas, y el de portar armas.
Los hermanos de Escandinavia informaron que la venta de pu-
blicaciones en sus asociaciones durante el año fiscal anterior había
alcanzado la suma de 1.033 dólares. Los delegados de Gran Bretaña
informaron que las ventas alcanzaron 550 dólares. La oficina de
Basilea había recibido 1.010 dólares por sus periódicos en alemán y
francés.
Los colportores que trabajaban en la Europa católica pasaron
mucho tiempo relatando sus incidentes y refiriendo ante el concilio
las causas por las cuales nuestras publicaciones no podían venderse
en Europa siguiendo los planes que se usaban con mucho éxito en
los Estados Unidos; e instaban a que al colportor se le diera un
sueldo, como lo hacían las sociedades evangélicas importantes que
operaban en países católicos.