Capítulo 3—Luchando contra la duda
De Nuevo llegué a sentirme muy ansiosa por asistir a la escuela y
tratar una vez más de obtener una educación. Ingresé en un seminario
de señoritas de Portland. Pero al tratar de proseguir mis estudios,
mi salud decayó rápidamente, y llegó a ser evidente que si persistía
en ir a la escuela, lo haría a expensas de mi vida. Con gran tristeza
regresé a mi hogar.
Había encontrado muy difícil disfrutar de una experiencia reli-
giosa en el seminario, rodeada por influencias calculadas para atraer
la mente y distraerla de Dios. Por algún tiempo me sentí muy in-
satisfecha conmigo misma y con mi vida cristiana, y no sentía una
convicción continua y viva de la misericordia y el amor de Dios.
Me dominaban sentimientos de desánimo, y esto me causaba gran
ansiedad mental.
La causa adventista en Portland
En junio de 1842, el Sr. Miller dio su segunda serie de conferen-
cias en la iglesia de la calle Casco, en Portland. Yo sentía que era
un gran privilegio para mí asistir a esas conferencias, pues estaba
sumida en el desánimo y no me sentía preparada para encontrarme
con mi Salvador. Esta segunda serie creó mucha mayor conmoción
en la ciudad que la primera. Salvo pocas excepciones, las diferentes
denominaciones le cerraron las puertas de sus iglesias al Sr. Miller.
Muchos discursos, pronunciados desde diferentes púlpitos, trataron
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de exponer los supuestos errores fanáticos del conferenciante; pero
multitudes de ansiosos oyentes asistían a sus reuniones, y muchos
eran los que no podían entrar en la casa donde se realizaban las
conferencias. Las congregaciones guardaban inusitado silencio y
prestaban gran atención.
La manera de predicar del Sr. Miller no era florida o retórica,
sino que presentaba hechos sencillos y alarmantes, que despertaban
a sus oyentes de su descuidada indiferencia. El apoyaba sus declara-
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