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Notas biográficas de Elena G. de White
personas que han hecho un solemne voto delante de Dios han sido
comisionados como mensajeros de Cristo, y como mayordomos de
los misterios de la gracia de Dios, estamos bajo la obligación de
declarar con fidelidad todo el consejo del Señor. No hemos de hacer
menos prominentes las verdades especiales que nos han separado
del mundo y que nos han hecho lo que somos, porque ellas están
cargadas de intereses eternos. Dios nos ha dado luz con respecto
a las cosas que ahora están ocurriendo en el último remanente del
tiempo, y con la pluma y de viva voz hemos de proclamar la verdad al
mundo, no de una manera temerosa sin vida, sino con demostración
del Espíritu y el poder de Dios. Los más serios conflictos están
envueltos en la presentación del mensaje, y los resultados de su
promulgación son de gran importancia tanto para el cielo como para
la tierra.
“El conflicto que se viene desarrollando entre los dos grandes
poderes del bien y del mal pronto habrá de terminar. Pero hasta
el tiempo de su finalización habrá encuentros continuos y agudos.
Debemos proponernos ahora, como lo hicieron Daniel y sus compa-
ñeros en Babilonia, que seremos leales a los principios, venga lo que
viniere. El horno de fuego ardiente calentado siete veces más que
de ordinario, no hizo que estos fieles siervos de Dios se apartaran
de la lealtad a la piedad. Ellos permanecieron firmes en el tiempo
de prueba, y fueron arrojados al horno; pero no fueron abandonados
por Dios. Vieron a un cuarto personaje que caminaba con ellos entre
las llamas, y salieron del horno sin que se sintiese ni siquiera olor
de fuego en sus vestimentas.
“Hoy día el mundo está lleno de aduladores y disimuladores;
pero no permita Dios que quienes profesan ser guardianes de los
sagrados cometidos traicionen los intereses de la causa de Dios
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insinuando ideas y métodos propios del enemigo de toda justicia.
“No tenemos tiempo ahora de colocarnos del lado de los trans-
gresores de la ley de Dios, de mirar con sus ojos, de oír con sus
oídos, de entender con sus sentidos. Debemos avanzar juntos y uni-
dos. Debemos trabajar para llegar a ser una unidad, para ser santos
en vida, y puros en carácter. Que los que profesan ser siervos del
Dios vivo no se inclinen más ante el ídolo de las opiniones de los
hombres, que no sean más esclavos de ninguna licencia vergonzosa,