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Notas biográficas de Elena G. de White
mientras se nota una gran carencia de la debida clase de obreros
aquí en este campo? ¿Dónde están los misioneros de Dios?”
“Nuestro campo es el mundo—escribió—. El Salvador indujo
a los discípulos a empezar su obra en Jerusalén, y les indicó que
luego debían pasar a Judea y Samaria y llegar finalmente hasta lo
último de la tierra. Tan sólo una pequeña proporción de la gente
aceptaba las doctrinas; pero los mensajeros conducían el mensaje
rápidamente de lugar en lugar, pasando de un país a otro, levantando
el estandarte del Evangelio en todos los lugares cercanos y lejanos
de la tierra”.
En junio, la comisión que estaba a cargo de este asunto anunció
que en el camino de Santa Kilda, Melbourne, se habían rentado para
la escuela dos casas en la Terraza de George.
En la primera parte de agosto, el pastor L. J. Rousseau y señora
llegaron de los Estados Unidos, y el 24 de agosto comenzó un
período de estudios de 16 semanas. Los maestros eran: el pastor
Rousseau, director; el pastor Starr, profesor de Biblia; W. L. H.
Baker y la Sra. Rousseau realizaba trabajos varios, y la Sra. Starr
era la preceptora. Muy pronto había 24 alumnos que asistían a la
escuela. Casi todos eran adultos. Doce habían sido colportores o se
estaban preparando para esa obra. La mitad de los restantes doce
habían sido obreros en una u otra rama del servicio cristiano.
El día de la apertura los pastores Daniells, Tenney, Starr, White
y Rousseau pronunciaron breves discursos. También la Sra. White
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habló, y en el curso de sus observaciones delineó con claridad el
amplio ámbito de un colegio denominacional, y la relación vital que
éste tiene con la tarea de terminar la obra de Dios en la tierra sin
demora. Pero la carga especial que ella sentía era la de impresionar
la mente de los profesores y estudiantes de que Dios, por medio de
su providencia, estaba abriendo un país tras otro a los heraldos de la
cruz, y de que en esos países que tenían la oportunidad de recibir el
Evangelio, los honestos de corazón estaban andando a tientas en la
oscuridad con avidez para hallar la luz de la verdad salvadora.
“Los planes y la obra de los hombres—dijo ella—no están guar-
dando paso con las providencias de Dios; porque aunque algunos en
esas naciones que pretenden creer la verdad declaran con su actitud:
‘No queremos seguir tus planes, oh Señor, sino los nuestros’, hay
muchos que están rogando a Dios que les conceda la capacidad