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Notas biográficas de Elena G. de White
continuemos la batalla hasta los portales? ¿No sabe Ud. que él
quiere que continuemos luchando más y más y más, sabiendo que la
victoria está delante?”
Fue en la primera parte de diciembre de 1914, cuando ella testifi-
có del hecho de que había oído voces durante la noche que clamaban:
“¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Avanzad! ¡Continuad la batalla hasta los por-
tales!”
Aunque ansiosa de continuar su trabajo, y especialmente deseosa
de hablar en público, la Sra. White sabía que sus fuerzas la estaban
abandonando gradualmente, y que no debía abusar de sus energías
declinantes. Esta era una verdadera prueba para ella, y sin embargo
se sentía resignada a la voluntad del Señor. Escuchadla orando en el
altar familiar a la puesta del sol el sábado 26 de diciembre de 1914,
después de las peticiones ofrecidas por el pastor E. W. Farnsworth y
otros:
“Tú escucharás nuestras peticiones, y te pedimos, Señor, en el
nombre de Cristo, que si ésta es tu voluntad, me des fuerza y gracia
para continuar; o de otra manera, estoy perfectamente lista a dejar
mi carga en cualquier tiempo que te parezca mejor. Oh Señor, anhelo
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grandemente hacer algunas cosas, tú lo sabes, y quisiera hacerlas si
me das la fuerza; pero no nos quejaremos, porque tú has conservado
mi vida por más tiempo de lo que muchos habían anticipado y de
lo que yo misma pensaba... Danos luz. Danos gozo. Danos la gran
medida de gracia que tienes en reserva para los necesitados. Lo
pedimos en el nombre de Jesucristo de Nazaret”.
Su constitución física se hizo más y más débil; pero el espíritu
continuaba animado. En conversación con el Dr. David Paulson el 25
de enero de 1915, la Sra. White dijo: “El Señor ha sido mi ayudador.
El Señor ha sido mi Dios, y no tengo ninguna duda de ello. Si yo no
pudiera darme cuenta de que él ha sido mi guía y mi sostén, decidme
en qué podría confiar. Tengo una confianza tan firme de que Dios
colocará mis pies sobre el monte Sión como que vivo y respiro; y
voy a conservar esa confianza hasta que muera”.
Cuando, el 27 de enero de 1915, su hijo, W. C. White, regresó
a casa después de cuatro meses de ausencia en el este y en el sur,
ella estaba aparentemente tan fuerte como cuando él se fue. Todavía
gozaba ella de comodidad en alto grado, del punto de vista de la
salud, y podía caminar de aquí para allá. Unas dos semanas más