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La última enfermedad
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mí. El ha sido un amigo, él me ha guardado en la enfermedad y en
la salud.
“No estoy afligida por la obra que he hecho. Hice lo mejor
que pude. No creo que todavía siga mucho más. No espero mucho
sufrimiento. Estoy agradecida de que tenemos las comodidades de
la vida en tiempo de enfermedad. No tengas temor. Yo me voy sólo
un poco antes que los demás”.
La cómoda oficina del piso alto de la casa de la Sra. White era el
lugar más favorable para la enferma y las enfermeras, y allí dormía
ella la mayor parte del tiempo, rodeada por los objetos familiares
de una vida más activa a la cual había estado acostumbrada por
largo tiempo. La pieza estaba bien iluminada y aireada. En una
esquina tenía una gran ventana que inundaba una porción de la
cámara con la luz del sol. Aquí estaba su vieja silla en la que se
sentaba para escribir. Esta fue transformada en un sillón reclinable;
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y después de la primera o segunda semana de enfermedad, casi todos
los días la levantaban para que se sentara en él. La vista que se
divisaba desde este asoleado rincón era agradable y variada, y ella
se gozaba grandemente por las cambiantes bellezas de la primavera
y el comienzo del verano.
Cerca de su silla, sobre una mesa, había varios de los libros
que ella había escrito. Ella solía tomar a menudo algunos de estos
libros y mirarlos, y parecía deleitarle el tenerlos cerca. Como una
madre afectuosa con sus hijos era ella con estos libros durante su
última enfermedad. Varias veces, cuando la visitaban, se la veía con
dos o tres de estos libros en su regazo. “Aprecio estos libros como
nunca antes—señaló en una oportunidad—. Ellos son verdad, y son
justicia, y constituyen un testimonio permanente de que Dios es
verdad”. Se regocijaba con el pensamiento de que, cuando ella ya
no pudiera hablar a la gente, sus libros hablarían por ella.
En ocasiones, cuando sus fuerzas se lo permitían, la conducían
en una silla de ruedas a una galería asoleada del piso superior. De
este pequeño balcón, rodeado con las ramas de un precioso rosal
que trepaba, contemplaba el panorama de la huerta y la viña, de las
montañas y los valles, y esto le brindaba un constante placer.
Durante las primeras semanas de su enfermedad, una y otra vez,
su voz se elevaba en cánticos. La traducción de las palabras del
himno que ella cantaba es la siguiente: