Página 384 - Notas biogr

Basic HTML Version

380
Notas biográficas de Elena G. de White
A la Srta. Sara McEnterfer, que por muchos años fue su secretaria,
le dijo: “Si solamente pudiera ver a mi Salvador cara a cara, estaré
plenamente satisfecha”.
En una entrevista con otra persona ella dijo: “Mi ánimo está
cimentado en mi Salvador. Mi obra casi ha terminado. Mirando
el pasado, no tengo el menor asomo de desconsuelo o desánimo.
Me siento muy agradecida al Señor porque él me ha salvado de la
desesperación y el desaliento, y porque todavía puedo sostener la
bandera. Yo conozco a Aquel a quien amo y en quien tiene confianza
mi alma”.
Refiriéndose a la perspectiva de su muerte, declaró: “Yo creo que
cuanto antes se produzca, tanto mejor. Todo el tiempo pienso de esta
manera: cuanto antes, tanto mejor. No tengo un solo pensamiento
de desaliento o de tristeza... No tengo nada de qué quejarme. Que
el Señor haga lo que le plazca, que haga su obra en mí, de manera
que yo sea refinada y purificada; eso es todo lo que deseo. Sé que
mi obra está hecha; no hay por qué decir otra cosa; me regocijaré,
cuando llegue mi tiempo, de que se me permita descanzar en paz.
No tengo ningún deseo de que mi vida sea prolongada”.
Después de que hubo orado la persona que estaba tomando estas
notas de su conversación, la Sra. White oró:
“Padre celestial, vengo a ti, débil como una caña quebrada, y
sin embargo confiando que, por la vindicación del Espíritu Santo, la
justicia y la verdad prevalecerá. Te doy gracias, Señor, y no eludiré
nada que tú quieras que yo soporte. Que tu luz, tu gozo y tu gracia
[487]
sean sobre mí, en mis últimas horas, para que pueda glorificarte, es
mi gran deseo; y esto es todo lo que pediré de ti. Amén”.
Esta oración humilde y llena de confianza, hecha por una persona
que hacía mucho tiempo había sido escogida como un vaso para
el servicio del Maestro, fue plenamente contestada. El suyo era un
consuelo que hace que un hijo del gran Padre de luz y amor no tenga
ningún temor, aun mientras pasa por el valle de sombra de muerte.
Un sábado, solamente pocas semanas antes que exhalara el último
suspiro, le expresó a su hijo:
“Estoy muy débil. Estoy segura de que ésta es mi última enfer-
medad. No estoy afligida por el pensamiento de morir. Me siento
consolada todo el tiempo de que el Señor está cerca de mí. No estoy
ansiosa. El carácter precioso del Salvador ha sido muy claro para