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La última enfermedad
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Fueron muchos los visitantes—antiguos conocidos y otros—que
vinieron a saludar a la Sra. White durante los últimos pocos meses de
su vida. A veces ella no podía reconocer a sus antiguos asociados en
el trabajo; y otras veces reconocía a los que venían. Siempre que era
posible conversaba con ellos. Nunca dejó de deleitarse en testificar
de la bondad de Dios y de su tierna misericordia. Durante meses
antes de su enfermedad, citaba el texto bíblico: Le han vencido “por
la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio”; y se sentía
fortalecida cada vez que daba testimonio del amor de Dios y de su
cuidado protector.
Un sábado de tarde, cuando la familia de su hijo W. C. White
pasó algún tiempo allí, ella resultó especialmente bendecida, y habló
muchas palabras de consejo a sus nietos. “El Señor es muy bueno con
nosotros—declaró—; y si seguimos conociendo al Señor, sabremos
que sus salidas están preparadas como la mañana. Si hay alguna
pregunta en vuestras mentes con respecto a lo que es correcto, mirad
al Señor Jesús, y él os guiará. Debemos traer cada plan al Señor, para
saber si él lo aprueba... Recordad que el Señor nos llevará adelante.
Yo estoy velando cada momento, de manera que nada se interponga
entre mí y mi Señor. Espero que así sea. Dios quiera que todos sean
fieles. Pronto habrá una gloriosa reunión. Estoy contenta de que
hayáis venido a verme. El Señor os bendiga. Amén”.
No sólo hacia sus nietas y sus nietos sino también hacia todos
los jóvenes de la denominación, su corazón se mostraba anhelante y
lleno de amorosa solicitud. A veces ella hablaba con sus enfermeras
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y con sus ayudantes de la oficina, concerniente a la necesidad de
seleccionar sabiamente el material de lectura para la juventud.
“Debemos aconsejar a los jóvenes—instaba ella—, a usar única-
mente un material de lectura apto para edificar el carácter cristiano.
Los puntos más esenciales de nuestra fe deben quedar fijados en la
memoria de los jóvenes. Ellos han tenido una vislumbre de estas
verdades, pero no un conocimiento completo que los guíe a consi-
derar el estudio de las mismas con favoritismo. Nuestros jóvenes
deben leer aquello que tenga un efecto saludable y santificante sobre
su mente. Necesitan esto para que puedan discernir lo que es la
verdadera religión. Hay mucha lectura buena que no es santificante.
“Ahora es el tiempo y la oportunidad que tenemos de trabajar
por los jóvenes. Decidles que estamos ahora en una crisis peligrosa,