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Notas biográficas de Elena G. de White
verse que la Sra. White, en toda su enseñanza, ha dado a estas
grandes verdades fundamentales un sostén positivo y constructivo.
Ella tocó la humanidad en todo punto vital de necesidad, y la elevó
a un plano más alto.
“Ahora ella descansa. Su voz está silenciosa; su pluma ha sido
puesta a un lado. Pero la poderosa influencia de esa vida activa,
poderosa y llena del Espíritu continuará. Esa vida estaba vinculada
con el Eterno; estaba edificada en Dios. El mensaje proclamado y la
obra realizada constituyen un monumento que nunca se desmoronará
ni perecerá. Los muchos libros que ella ha dejado—relacionados
con toda fase de la vida humana—instan a toda reforma necesaria
para el mejoramiento de la sociedad, en lo que atañe a la familia, a la
ciudad, el Estado y la nación, continuarán modelando el sentimiento
público y el carácter individual. Sus mensajes se apreciarán más
de lo que lo han sido en el pasado. La causa a la cual dedicó su
vida, la causa que recibió la influencia de esa vida y progresó en
extenso grado, progresará con creciente fuerza y rapidez a medida
que pasen los años. Nosotros, que estamos relacionados con ella,
no necesitamos tener ningún temor de que fracasaremos, a menos
que tengamos temor de hacer nuestra parte tan fiel y lealmente como
debemos”.
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El discurso del pastor Haskell
En el discurso que siguió al del pastor Daniells, el pastor S. N.
Haskell llamó la atención a las palabras del salmista: “Estimada
es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos”.
Salmos 116:15
.
Algunos pueden considerar que ésta es una extraña declaración; sin
embargo es verdad. Los siervos de Dios que ahora duermen, son para
él excesivamente preciosos. Mientras dure el tiempo, la influencia
de su vida piadosa continuará llevando ricos frutos. Ya no podrá
el enemigo de la raza humana poner en peligro su bienestar; están
seguros y a cubierto de su poder. Jesús los reclama como suyos, y
en la mañana de la resurrección él les dará la plenitud del gozo.
En una de las gloriosas visiones que se le dio a Juan el Amado
en la isla de Patmos, la atención del profeta fue llamada por una voz
del cielo que le pedía que escribiera: “Bienaventurados de aquí en
adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu,